Aunque a muchos les pueda parecer modernista, futurista o hasta surrealista, la arquitectura de Javier Senosiain se ha definido desde hace años como una “arquitectura orgánica”.
Orgánico significa, según la entrada número dos de la Real Academia de la Lengua, “que tiene armonía y consonancia”. Esta idea es la que Senosiain ha mantenido desde la década de los 80 en sus construcciones. El arquitecto se esforzó por mantener las formas de las cuevas en las que los primeros pobladores vivían en la Tierra. También observó a los animales, quienes fabricaban sus casas basándose en su cuerpo y en las cuales obviamente no encontramos líneas rectas. “Las líneas rectas son un invento del hombre”, dijo Senosiain en alguna ocasión.
Si tenemos en cuenta este motivo, la arquitectura de Senosiain deja los mundos fantásticos e infantiles para ser ecológica: el arquitecto antes de empezar un proyecto estudia en profundidad el terreno para aprovechar al máximo su forma, e intervenir el entorno lo menos posible. No es casualidad que entonces muchos de sus trabajos tengan formas curvilíneas, parecidas a las naturales, de las cuales tomaron posteriormente su nombre como la Casa Tiburón, la Casa Nautilus, El Hongo o El Nido de Quetzalcóatl.
El ideal senosiainiano es precisamente el de construir algo que no intervenga el paisaje de manera agresiva, ni sustancial ni estéticamente. En la obra de Javier Senosiain todo parte de la geografía y las necesidades del propio espacio, y el fin de su existencia es que quien las habite vuelva, de cierta forma, a su ser biológico.
Estas son 5 casas que construyó en la zona metropolitana de la ciudad:
– La casa orgánica (Naucalpan, 1985)
– El tiburón (Naucalpan, 1990)
– El nido de Quetzalcóatl (Naucalpan, 2007)
– Ballena mexicana (Estado de México, 1992)
Nos guste o no la arquitectura de Senosiain, no se puede negar que su preocupación por la naturaleza y el entorno embauca y arroja luz sobre la construcción de un futuro cada vez más comprometido con el medio ambiente. A los ojos de un pájaro, no sería lo mismo encontrarte un saliente cuadrado de hormigón que la punta de la Casa Tiburón en lo alto de la colina del Parque Nacional de los Remedios. Por una vez está bien dejar de ver la naturaleza como nuestro hábitat exclusivo y empezar a compartirla de manera orgánica, estando en “armonía y consonancia” con ella.