A lo largo de sus más de 500 años de existencia, la CDMX y sus habitantes se han reunido para vivir todo tipo de sucesos extraordinarios. Desastres naturales y la solidaridad que les precede; victorias deportivas y sus respectivas celebraciones en el Ángel; inconformidad colectiva, siempre acompañada por mítines y protestas multitudinarias. Fiestas patrias y tomas de protesta. Sin embargo, un 11 de julio pero de 1991; los capitalinos se congregaron para experimentar un fenómeno sin precedentes: un eclipse total de sol, el más largo del siglo XX. El día que la Ciudad de México se apagó.
Aquel 11 de julio, los locales ya sabían que estaban a punto de presenciar un acontecimiento astronómico único en su tipo. Previo al evento, la entonces administración de Carlos Salinas de Gortari creó a la Comisión Intersecretarial para el Eclipse 1991, con la finalidad de que expertos en la materia sacaran el mayor provecho académico de él, además de aconsejar a la población sobre su correcta apreciación.
A la 1 de la tarde con 24 minutos, los oficinistas abandonaron sus lugares, las amas de casa salieron al patio y los niños pararon momentáneamente sus actividades escolares. Los más intrépidos, buscaron un lugar en la azotea más cercana. Protegidos con unas gafas hechas de filtros de papel metálico, que se podían conseguir gratis en cualquier establecimiento (incluso en las bolsas de papas); los espectadores observaron como, de un momento a otro, la ciudad se sumió en una profunda oscuridad. La temperatura bajó. Los pájaros, confundidos, regresaron a sus nidos y los perros, inquietos, comenzaron a ladrar. Se hizo la noche a plena hora de la tarde, frente a la mirada atónita del auditorio.
No obstante, como suele pasar con este tipo de eventos excepcionales, al eclipse se le empezaron a atribuir cualidades místicas y teorías infundadas. Las embarazadas, por ejemplo, fueron recluidas para evitar un supuesto efecto negativo en su salud y, a otras, se les colocó un prendedor de metal en la cintura para contrarrestar los susodichos efectos del ocultamiento solar. Todos aquellos que decidieron no arriesgarse pudieron seguir el minuto a minuto del eclipse a través de la televisión, gracias a la transmisión histórica de Televisa conducida por Jacobo Zabludovsky, Ramón Fregoso y Talina Fernández.
“Esto es maravilloso, es una experiencia única. Los flashes, la gente gritando, el horizonte está iluminado. Tenemos noche encima de nosotros, pero el sol continúa en el resto del planeta, y eso lo puedes apreciar simplemente viendo hacia el horizonte, hay como una puesta de sol general, de 360 grados. El sol es una manchita en el cielo, extraordinaria” –Ramón Fregoso.
Luego de exactamente 6 minutos y 53,08 segundos en su punto máximo, el eclipse total de sol llegó a su fin en el ex Distrito Federal, entre las ovaciones y el entusiasmo de los testigos del hipnótico anillo de diamante. Un fenómeno con estas mismas características no se repetirá en la región sino hasta el 13 de junio de 2132. Durante el siglo XXI sucederán un total de 24 eclipses de sol visibles desde la ciudad aunque, desafortunadamente, todos ellos serán parciales.
Los interesados en vivir la misma experiencia que sus padres tendrán que viajar a otra parte de la República, ya que el próximo eclipse solar total se producirá el 8 de abril del 2024, únicamente observable desde ciudades como Mazatlán, Durango, Monclova, Matamoros y Torreón, por mencionar algunas. Después, habrá que esperar casi 30 años para una nueva oportunidad (2052) y otros 19 (2071) para la última ocasión de la centuria actual.