Existe una salamandra en el Parque Nacional Desierto de los Leones que puede ser tan corta como la moneda de un peso. Incluso menos –pero nunca nunca rebasa los 10 cm–. Es la Tlaconete morelense; micro-anfibio color violeta o púrpura, con manchas color crema, endémica de México y parte de la fauna local que se mueve entre las rocas y hojarasca, del sur de la ciudad.

La Pseudoeurycea altamontana viene de Morelos. Es vecina de los bosques templados en el sur de la Ciudad de México, el Estado de México y Morelos. Pero aquí en la ciudad están en lugares muy puntuales; recientemente, un grupo de biólogos de la CONABIO anduvo tras su paso, en el Parque Nacional Desierto de los Leones.

tlaconete morelense

Para variar, no hay muchas de estas salamandras, pues es otra especie más en la lista roja, “sujeta a protección especial”. De nuevo, esto se debe a la pérdida de su hábitat, que se ha ido con el crecimiento de la ciudad y el campo. Las salamandras tienen un rol importante en la regulación de cadenas nutricionales del suelo. Es decir, de fútil no tienen nada: ellas regulan las poblaciones de insectos en su entorno, evitando que sean una plaga para las plantas. A eso se le llama “depredador tope”. También ayudan a airear el suelo, pues cuando se mueven menean la hojarasca y permiten la entrada y ciruclación del aire.

tlaconete morelense

Las crías de tlaconete morelense nacen entre la primavera y el verano. Se alimentan de artrópodos; entre ellos coleópteros, es decir, escarabajos, y dípteros, insectos de dos alas. Su mundo es el suelo húmedo, no conocen más allá de unos bosques templados muy específicos, pues sin la humedad precisa no sobreviven. 

Esta primavera y verano, en alguna visita al Desierto de los Leones, clavemos la mirada al suelo y preparemos el dedo índice para señalarla en caso de avistamiento. Llamarla por su nombre y protegerla.

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