Si existiera algo así como el árbol nacional, sería el ahuehuete. No hay duda de que este árbol es nuestro, es de México. Desde tiempos precolombinos ha sido el árbol sagrado, ligado a historias y leyendas, a rituales y curaciones. El viejo de agua (atl significa agua en náhuatl, y ueue viejo o abuelo) es majestuoso y alcanza el tamaño y la edad de un gigante –El Tule se dice que tiene entre 2 mil y 2 mil 500 años–. En la Ciudad de México no tenemos un Tule, pero entre los más longevos está “el Sabino” en el Barrio de San Juan de Xochimilco. Y lamentablemente colapsó ayer.

ahuehuete

Este árbol tiene cerca de 500 años y es el más viejo de Xochimilco; la leyenda cuenta que lo plantó Cuauhtémoc en 1521 como símbolo de la alianza entre los mexicas y xochimilcas –aunque la SEDEMA dice que entre 600 y 700 años–. Es grandísimo: 25 metros de altura y 5 metros de diámetro.

Se partió en dos. La mitad del árbol, cuyo tamaño es igual al de un árbol mediano, se desplomó porque corrió mucho viento. Pero no hay duda de que esto es síntoma de los cambios del clima y las condiciones del terreno; a este árbol, de cuyas ramas antes brotaba un manantial, ahora lo riegan encargados de la Universidad de Chapingo.

ahuehuete

Los árboles tienen fascinantes formas de comunicación; crean una red con hongos con la que se “cuidan” entre ellos, digamos que se mandan información. En estos entramados de vida, los árboles más viejos son los que hacen gran parte del trabajo: son ellos los que comparten un azúcar líquida llena de nutrientes, pasan agua y alertan a sus vecinos más jóvenes cuando hay peligro. Que caiga un árbol como este, que ha vivido mucho más que sus vecinos, repercute en todo su ecosistema cercano. No sólo es un árbol. La buena noticia es que autoridades de Chapingo dicen que con los cuidados precisos, “el sabino” volverá a estar fuerte.

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