Los edificios le dan cuerpo al tiempo, son símbolos de las épocas y hacen de las calles un almanaque vivo del pasado. Y este “catálogo” suele ser mucho más rico por ciertas construcciones, ciertos arquitectos que rompieron el compás de la época y los límites de la clasificación con invenciones desde un lugar propio. Como todo lo bueno –o al menos inventivo–, muchos de ellos fueron incomprendidos en su tiempo y otros pocos incomprendidos hasta hoy. Esta es la triste historia de Kalikosmia, el edificio marciano de Juan José Díaz Infante en la Condesa, que poco a poco desaparece sin que nadie lo advierta como para hacer algo.
Entre los arquitectos modernistas mexicanos, Juan José Díaz fue el arquitecto científico, autor de silogismos, solucionador de problemas, colaborador de la NASA, aprendiz del Universo y de Buckminster Fuller, el mayor soñador práctico que ha dado nuestro tiempo: un “científico real y anticipatorio del diseño”, como se llamaba a sí mismo. Más que un arquitecto, Díaz, el creador de Kalikosmia, la TAPO y la Bolsa de Valores fue un “diseñador de espacios y sistemas (DIES)”.
Kalikosmia, del náhuatl calli para casa y del griego cosmos, es fruto de un cataclismo y una dosis de paranoia: tras el terremoto del 85, Díaz planeó este edificio como un laboratorio vivo de construcción antisísmica. Una estructura de acero coronada por una esfera geodésica (domo poliédrico) que se edificó por etapas, al igual que por etapas ha ido desapareciendo, con la discreción de una hormiga, debido al imperioso gusto de empresarios y burócratas por arruinar lo que se atraviesa por su camino. Esto a pesar de que, cuando el edificio fue vendido, se estipularon cláusulas de conservación en el contrato y estaba “protegida” por la SEDUVI.
Ahora Kalikosmia perece una ciudad sci-fi abandonada.
La esfera geodésica que coronaba el edificio parece haber sido arrancada como una cabeza de un cuerpo, la estructura de acero está desvencijada y descolorida, su fachada rodeada de alambre de púas y la memorable placa que contaba la etimología de Kalikosmia –que daba la bienvenida al imaginario de este arquitecto marciano–, ha desaparecido. Queda, sin embargo, una inscripción en uno de los postes, que dice: “¿Qué es esto?”
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Hace alrededor de un año publicamos Local de Arquitectura, en la que, en el artículo dedicado a la Condesa, Mario Ballesteros menciona que “Si hay suerte, para cuando se publique esta guía quedará algo de lo que fue la Casa Experimental de Juan José Díaz Infante. Prácticamente abandonada desde su muerte, en 2012, la estructura de acero, coronada por una esfera geodésica, se edificó por etapas, como un laboratorio vivo de construcción antisísmica”. Esperemos que otros edificios-almanaque como este tengan mejor suerte.