En un mundo que nos exige velocidad, productividad y estar siempre “al día”, el cansancio se ha convertido en un estado casi permanente. Iveth Luna lo sabe, lo ha escuchado de sus amigas una y otra vez, y lo ha sentido en su propio cuerpo. De ahí nace Mis amigas están cansadas, un libro que no solo pone en palabras el agotamiento emocional, físico y mental de nuestra generación, sino que también lo convierte en un acto de resistencia, de testimonio y de comunidad.

A través de su poesía, Iveth nos enfrenta a la dureza de lo cotidiano, a las violencias —sutiles y evidentes— que nos atraviesan, pero también nos recuerda la ternura, los gestos de cuidado y la importancia de sostenernos entre nosotras. En esta entrevista con Local, hablamos sobre el impacto del capitalismo en la vida adulta, la relación entre escritura y memoria, y el papel de la poesía como un espacio donde detenernos, respirar y recuperar algo de lo que el ritmo de la vida nos arrebata.

El título de tu libro, Mis Amigas están cansadas, es una afirmación que suena tanto a diagnóstico como a grito colectivo. ¿Cómo llegaste a él y qué significa para ti el “cansancio” del que hablas?

    Desde hace unos años mis amigxs, tanto de aquí de Monterrey como de otros estados, me cuentan que están cansadxs cada vez que hablamos. Pero hubo una temporada en particular en la que todas mis amigas me dijeron cada quien por su lado que estaban muy cansadas, eso me alarmó y me preocupó. De alguna manera queremos normalizar este cansancio en la vida adulta, el estar siempre ocupadxs y con poco tiempo para divertirnos, convivir o simplemente para estar sin hacer nada. No es algo desconocido que estos son los efectos del capitalismo, pero me pregunto si debemos simplemente continuar con este ritmo acelerado, sin cuestionarnos cómo sentimos el cuerpo y nuestras emociones. Para mí era importante dar cuenta de ello en mi libro.

    ¿Cómo es para ti el proceso de escribir sobre experiencias que son tan personales y, a la vez, tan universales?

    Creo que ha sido complejo, cuando empecé a escribir con este tipo de registro no sabía que las personas iban a llegar a identificarse con situaciones tan específicas, en ese sentido ha sido conmovedor sentirme acompañada de mis lectoras. Sin embargo, ahora mismo me planteo otras posibilidades de escritura en donde no tenga que poner siempre mi cuerpo y el registro personal al centro, cómo abordarlo sin que te cobre tantas facturas emocionales a la hora de ejecutarlo.

    ¿Cómo influyó la terapia y el autoanálisis en tu escritura? ¿Consideras que la poesía funciona como método de sanación?

      Creo que por todos lados la gente insiste en juntar a la poesía y la sanación, en hablar de la escritura como método terapéutico, me pregunto por qué y si algo tienen que ver los discursos que abundan en las redes sociales que quieren aleccionar y enclaustrar definiciones y conceptos, a veces simplificándolos. Diría que mi proceso terapéutico me ha ayudado a verme y aceptarme como escritora, es decir, trabajando desde mi autoestima y colaborando para enfocarme con lo que quiero hacer en mis días. Mis procesos de autoanálisis inevitablemente se cuelan en mi escritura porque parto del registro personal y porque uno de mis intereses a la hora de escribir es dar cuenta de los procesos relacionales: la forma en que nos vinculamos con las personas, con los animales de compañía, la naturaleza, los espacios, la memoria, el territorio. Creo que enunciar quiénes somos y de dónde venimos sí es parte de un proceso terapéutico pero también de un proceso político, de ahí que la escritura tenga este impacto transformador. No obstante, me parece que para lo que menos sirve la poesía es para sanar, no me gustaría reducirla a eso y tampoco buscarle una función. Considero que la poesía es parte de un ejercicio de resistencia frente a los ritmos acelerados del capitalismo, me gusta más pensarla como parte de muchos procesos que tienen que ver con la comunidad y sus rituales, entre ellos el tener la libertad de enunciarse, enunciar la memoria e incluso buscarle ambigüedad a todo aquello que nos ocurre, observar el misterio.

      “Sin embargo, el cansancio deja muchas consecuencias en el cuerpo y en las emociones, nos deja muy poco tiempo y si lo hace es solo para tratar de evadirnos y seguir consumiendo. “

      En varios de tus poemas hay una sensación de agotamiento ante la violencia —doméstica, social, emocional—, pero al mismo tiempo hay gestos de cuidado, especialmente entre mujeres. ¿Crees que el cansancio puede ser también un motor de resistencia?

        No, más bien me parece que ante la desesperación, el hartazgo y el agotamiento buscamos formas de sostenernos entre sí para darle frente al trabajo y los pendientes, la crisis económica, etc. Sin embargo, el cansancio deja muchas consecuencias en el cuerpo y en las emociones, nos deja muy poco tiempo y si lo hace es solo para tratar de evadirnos y seguir consumiendo. Me parece más bien que habría que cuestionar las formas en las que vivimos y nos obligan a vivir desde las jornadas laborales, las prestaciones, la calidad de vida que cada vez limita más el Estado.

        ¿Consideras que escribir sobre los vínculos familiares ha cambiado la forma en la que los ves?

          Sí, creo que en primera instancia me ayudó a articular muchas cosas, experiencias, memorias, y por otro lado a buscar dimensionar los lenguajes que me atraviesan y que atraviesan a la familia como institución, cómo la moldean, cómo la imponen y cómo la delimitan.

          ¿Cómo trabajas la forma en tus poemas? ¿Es una decisión intuitiva o algo más deliberado?

            Al principio es intuitivo, cuando empiezo a imaginarme el poema, trato de ver la forma en mi cabeza, su extensión, la longitud de los primeros versos. Cuando por fin me siento a escribirlo creo que dejo que el ritmo y la respiración dicten la forma.

            “La poesía nos insta a detenernos y respirar más calmadamente, a observar eso que el celular no nos deja observar, a escuchar a otrxs y tratar de escucharnos a nosotrxs mismxs, en ese sentido, creo para estar más activamente en el mundo, necesitamos detenernos y observar, por eso la poesía es necesaria.”

            ¿Qué papel crees que tiene la poesía hoy? ¿Qué esperas que encuentre quien se acerque a Mis amigas están cansadas?

              No tengo una expectativa de qué es lo que quiero que encuentren, creo que yo tenía varios puntos que tocar en mis poemas acerca de la amistad, de las condiciones de vida en las ciudades, de la historia familiar, del quehacer literario, del humor. Si a alguien le interesa esos temas creo que mi escritura quizá les pueda hablar. Actualmente creo que se lee más poesía que antes gracias a la difusión que hacen muchas mujeres en las redes sociales, a través de los círculos de lectura y talleres, eso me da mucha esperanza. Es un género que ha tenido mala propaganda en el sistema educativo y me parece que es necesario leerla en las condiciones que vivimos ahora. La poesía nos insta a detenernos y respirar más calmadamente, a observar eso que el celular no nos deja observar, a escuchar a otrxs y tratar de escucharnos a nosotrxs mismxs, en ese sentido, creo para estar más activamente en el mundo, necesitamos detenernos y observar, por eso la poesía es necesaria.

              Si tuvieras que elegir un poema del libro como punto de entrada para alguien que nunca ha leído tu obra, ¿cuál sería y por qué?

              Elegiría el poema que se titula “No regreses a la ciudad” porque es un poema al que le ha ido muy bien, refleja la situación que vivimos actualmente en Nuevo León, el estado donde vivo, pero engloba muchas problemáticas que viven muchos estados en el país, además le habla a esas personas que migraron de su lugar de origen, un poco para que volteen a ver aquello que dejaron atrás.

              Obtén el libro aquí.

              No Regreses a la Ciudad

              Amiga, no regreses a la ciudad

              aunque tu familia te lo pida a gritos.

              Mataron a un hombre a dos calles,

              las balas ardieron en su frente

              mientras yo preparaba mi comida.

              Amiga, levantaron a un hombre a unas cuadras

              y en la cantina a donde íbamos a tomar

              ahora prostituyen a unas chicas.

              Un tipo se levanta temprano  

              para anunciar los cuerpos

              como si vendiera tacos mañaneros.

              Las patrullas pasan con su café en mano,

              como nosotras, amiga, en la oficina.

              Hace unas semanas mis vecinos dispararon al cielo 

              mientras yo estaba aquí, escribiéndote.

              Sus risas estallaron en mis ventanas

              y mis gatas corrieron a esconderse bajo la cama.

              En los puentes peatonales otra vez

              cuelgan cuerpos descabezados,

              ¿te acuerdas, amiga, de esos veranos?

              Ya mataron a algunos policías, 

              ya mataron al jefe de la escolta 

              del alcalde de Villaldama,

              asesinaron al director de policía de Linares,

              los municipios son pequeñas islas en sangre

              y en las noticias somos hojas en blanco.

              De vez en cuando, encuentran algunas hieleras 

              con partes de personas que todavía nadie reclama.

              Amiga, no vuelvas a tu ciudad

              porque ya no es tuya ni mía,

              los cárteles se la están disputando,

              borraron de la tierra a una familia en Pesquería

              y en otro lugar, una bala perdida le tocó a una niña.

              ¿Recuerdas el verde del río Santa Catarina?

              Le quemaron las piernas a los árboles

              y un ave naranja voló sobre nuestro pantano.

              ¿Qué quiero decirte, amiga, qué te cuento?

              En mi barrio, convirtieron en sicarios

              a los amigos cholos de mi infancia,

              las vecinas son asaltadas a mano armada

              y ya no consuelan los domingos de barbacoa ni nada.

              La gente sigue trabajando en las fábricas,

              la gente sigue caminando para tomar el camión,

              la gente sigue esperando durante horas en las rutas

              aunque el aire está enrarecido

              y hay alerta ambiental cada semana. 

              Las fábricas nos inflamaron de furia apagada

              y la contaminación nos obstruye la vista.

              Hace unos días, un padre cargando a su hijo pequeño

              se aventó de las instalaciones del metro.

              Yo vi al papá en un charquito de sangre

              sobre el pavimento, al niño desmayado entre manos,

              el gris duro y caliente de la noche

              se me metió a las venas, me endureció la frente.

              Luego antier, un hombre se aventó

              varias veces sobre las vías del metro,

              hay un video de sus intentos: 

              la persistencia del deseo de la muerte

              en la descarapelada angustia de los transeúntes.

              Amiga, te lo digo, te lo repito,

              no vuelvas a la ciudad

              que ya no es tuya ni mía,

              tan solo de los cárteles inmobiliarios,

              del cártel del noreste, del cártel

              institucionalizado.