En la obra de Franklin Collao, la pintura no es solo imagen, sino un territorio en transformación. Sus óleos, trabajados con una paciencia casi ritual, se deshacen de los límites de la forma y del tiempo. Nada es estático, todo fluye. Inspirado por la expansión pictórica y el poder de lo inacabado, Collao busca disolver las fronteras entre lo que vemos y lo que imaginamos. Su trabajo, más que capturar una realidad, propone un nuevo horizonte: un futuro brillante, dinámico y fantástico.

¿Te interesa que la forma tenga una referencia concreta o prefieres que quede abierta a la interpretación?

Me interesa que la obra ofrezca múltiples niveles de interpretación. Mis pinturas están llenas de referencias a la historia del arte, y a mi historia personal, pero todo eso pierde relevancia una vez que la obra está terminada y pasa a ser parte del dominio público.

¿Cómo piensas la relación entre lo que se muestra y lo que se oculta en tu obra?

El misterio y la ilusión son fundamentales en mi narrativa pictórica. Me excita el juego de seducción entre la forma y la mirada, entre lo que se revela y lo que se descubre gradualmente. Gran parte de mi obra es una investigación que cuestiona la percepción para revelar qué se esconde detrás de lo que consideramos como realidad.

Algunas de tus obras parecen estar en un estado de transición, como si estuvieran a punto de deshacerse o de tomar una nueva forma. ¿Te interesa la idea de lo inacabado o lo efímero en el arte?

Creo que en el estado actual del mundo, todo va a una velocidad vertiginosa, vivimos en un estado constante de incertidumbre y cambio, siento que las líneas entre realidad y ficción se han difuminado y quiero que mis composiciones representen ese zeitgest; es por eso que hace algunos años decidí que no pintaría jamás formas definidas, eliminar el “hard edge” de mis composiciones significa “abrir la fronteras” de la forma para que esta se expanda y fluya libremente por el espacio pictórico. Me interesa la idea de una constante evolución, donde la pintura no está limitada ni estática.

Tus materiales dialogan con la fragilidad y la resistencia al mismo tiempo. ¿Cómo decides qué materiales utilizar y qué relación tienen con las ideas que buscas explorar?

Hace diez años decidí trabajar exclusivamente con óleo, consciente de sus limitaciones, pero emocionado por el reto de usar una técnica tan tradicional y estática para cuestionar su relevancia en la actualidad y llevarla al límite. Hoy, mientras cualquier tecnología permite crear imágenes en segundos, mis pinturas requieren entre uno y dos meses para completarse, ya que debo pasar la brocha sobre la tela, cientos de veces hasta que el óleo se desintegre. Después de semanas repitiendo el mismo proceso, a veces siento que más que pintar, estoy acariciando la tela, y esa paciencia se refleja en la profundidad y la energía de cada pieza.

¿Qué influencias arquitectónicas o espaciales han marcado tu práctica?

Pienso seguido en la pintura expandida de principios de los 2000s de Katharina Grosse, que se sale del cuadro, del muro, de lo privado y lo lleva a niveles monumentales, esto me emociona mucho.

¿Cómo concibes la importancia del espacio negativo en tu obra?

Es fundamental, tanto o más que las áreas pintadas del cuadro. Este espacio negativo en mis pinturas no es más que la tela cruda, sin preparación. Encontré un algodón extraordinario en Milán, con un tejido fino y un color crema suave que armoniza perfectamente con mis paletas. Pinto exclusivamente con esta tela, que se ha vuelto esencial en mi trabajo, ya que me permite lograr esas difuminaciones “perfectas”, sin rastro del brochazo, creando la ilusión de que la pintura fue realizada con máquina o aerógrafo, cuando en realidad todo está hecho a mano con pinceles. La tela cruda, al igual que para algunos pintores del Color Field o del Expresionismo Abstracto, es imprescindible para generar una intensidad emocional en los tonos y alcanzar esa sensación de infinito.

Si tuvieras que traducir el proceso de hacer una de tus piezas en una acción cotidiana, ¿qué sería? ¿Un tejido, un ensamblaje, una excavación?

Meditación. Mi pintura tiene mucho que ver con un estado mental de flow y calma. Muchas de mis pinturas se sienten como un respiro muy profundo, esa sensación de híper oxigenación que te lleva a un cierto éxtasis momentáneo.

Tu obra parece existir en un tiempo extraño, como si perteneciera a un pasado lejano o a un futuro indeterminado. ¿Piensas en la temporalidad de tus piezas cuando las creas?

Me gusta pensar en el tiempo como un concepto circular, no lineal. Sin embargo, mis pinturas no se refieren al pasado ni al presente, sino a mi visión del futuro. Me esfuerzo mucho por despojar a mis óleos todo cuerpo, materialidad y textura, esto los libera de siglos de carga histórica y psicológica. Por eso, mis pinturas parecen tan ligeras, y creo que esa actitud es clave para enfrentarse al futuro. Siento que como humanidad estamos atravesando un cambio radical, y quiero que mis pinturas nos ayuden a visualizar una nueva realidad, más elevada. A veces, siento que mis pinturas son portales para un futuro brillante, dinámico y fantástico.

Si pudieras insertar una de tus obras en cualquier sitio de la ciudad, sin limitaciones, ¿dónde la colocarías y por qué?

Me encantaría instalar una pintura horizontal, un paisaje abstracto híper brillante dentro la Catedral de la CDMX, que estuviera suspendida en el aire como un UFO, justo entre los dorados barrocos y el cristo negro.

Actualmente puedes ver la obra de Franklin dentro de la exposición Tablua Rasa en Kepler 101.