A veces los altísimos rascacielos, el centro comercial y los puestos eclipsan su belleza, pero si se mira con detenimiento, entre Insurgentes, Hamburgo y Havre existe una mansión que contra todas las adversidades ha resistido el paso del tiempo: la Casa de la Familia Diener. Conservando su esplendor centenario, esta es una construcción con mucha historia que ha servido a varios amos.
A principios del siglo XX, lo que hoy conocemos como la colonia Juárez antes se llamaba colonia Americana. Durante su primera ampliación en 1904, el empresario de origen alemán Agustín Diener adquirió un predio triangular sobre la Calzada de Insurgentes, entre Av. Reforma 2 (Hamburgo) y Calle Reforma 8 Sur (Havre). Diener, junto a tres de sus hermanos, fue dueño de la célebre Joyería y Relojería La Perla, de cuyos almacenes -ubicados en lo que actualmente es Madero y Motolinia- salieron los monumentales relojes que adornan el Palacio Postal y la Catedral Metropolitana.
En 1906 arrancó la construcción de la mansión de Agustín Diener bajo el liderazgo de la firma alemana Dorner & Bacmeister, integrada por el arquitecto Hugo Dorner y el ingeniero Luis Bacmeister. Esta mancuerna, a la que se le sumaría el también ingeniero Aurelio Ruelas; fue una de las más cotizadas de la época tras levantar el llamado Palacio de Cristal, que en el presente es el Museo Universitario del Chopo. Ya anteriormente habían trabajado con la familia Diener en la instalación de los almacenes de La Perla en el Centro, así que su trabajo era bien conocido por el propietario.
Arquitectónicamente hablando, la casona se identifica con el eclecticismo europeo de finales del siglo XIX y principios del XX, particularmente de la región de Dresde, Alemania; aunque también incorpora ciertos motivos del barroco francés y del renacer gótico, visibles en la mansarda, remates y pináculos. La distribución se concibió a manera de villa italiana privilegiando una estructura aislada que, en cada uno de sus ángulos, goza de secciones jardinadas. Son casi 800 metros cuadrados construidos en cuatro pisos, incluyendo un semisótano, dos plantas principales y un par de habitaciones en la buhardilla.
El elemento urbano más distintivo de esta casa es definitivamente su mansarda, que en términos generales vendría siendo un ático. También destaca la torre anclada en la esquina de Havre y Hamburgo, que alberga las habitaciones principales y da acceso a una terraza astutamente camuflada por los techos inclinados de la buhardilla. Los complejos remates de hoja de plomo moldeada exhiben filigranas de flores de lis, patrón que se repite una y otra vez en la herrería, el tragaluz y los vitrales.
Al cabo de un par de décadas, la familia Diener decidió mudar su residencia a las Lomas de Chapultepec, y fue entonces que la casona de la colonia Juárez comenzó a cambiar de manos. En los ochenta fue oficina del publicista Carlos Arouesty (quien impulsó las primeras restauraciones); luego despacho de la Cienciología Dianética en México y, en la actualidad es el Centro Cultural de la Cámara Minera. En cuanto a los locales, todavía hace un par de años sobrevivían las huellas de antiguos inquilinos, entre ellos un consultorio de la década de los cincuenta que construía prótesis dentales (“Puentes”), y una “Tiendita de Horrores” que en los noventa vendía disfraces y demás artículos de entretenimiento.
Una de las pocas excepciones a la regla de la evolución es la Casa de la Familia Diener que, a casi 120 años de su concepción, luce extraordinariamente bien conservada, salvo algunos pequeños detalles. Es una anomalía en la continuidad temporal capitalina, perceptible para todos aquellos quienes quieran admirarla.