En la Condesa se agradece que existan lugares cuyo valor radica en productos sencillos y de calidad. Ficelle, una pequeña panadería y repostería francesa, tiene ambas virtudes en abundancia.

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Propiedad de Julien de Bellaigue y Chloé Barilone –dueños de Monsieur Croque, el bistro francés que se encuentra justo a lado– y Eric Lenoir, Ficelle horneó su primera tanda de croissants en mayo de 2016. En aquél entonces parecía otro local más que prometía la auténtica experiencia parisina en la Ciudad de México; justo como otra decena de panaderías y reposterías. Sin embargo, el tiempo se encargó de callar bocas y eliminar prejuicios. Pronto, y sin tanto revuelo, Ficelle se convirtió en una de las mejores experiencias panaderas para el vecindario, para los capitalinos y prácticamente para quienes disfrutan del pan dulce –o sea casi todos los mexicanos.

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Croissants con un nada tímido sabor a mantequilla con pasta de almendras; rollos de pasas, un brioche para matar –o por lo menos para pensar en hacerlo– y uno de los mejores chocolatines del rumbo y quizá de la ciudad con la justa medida de relleno: suficiente para que cada bocado tenga sabor pero no tanto como para creer que estás mordiendo una barra de chocolate.

Las tartas son cosa aparte. La de limón con un preciso toque cítrico que estimula la boca sin ser agresiva al paladar o la frutos rojos que vibra con el color de las fresas y zarzamoras gordas y jugosas. La ovación en este caso se la lleva la tarta de higos que merece un monumento por su sabor contundente. A esta lista se suman otras preparaciones, como la tarta de ciruela, que varían según la temporada.

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Si quieres derretir el corazón de esa persona especial –o quieres quedar bien con la suegra– no tienes mejor opción que Ficelle.

Mención aparte merece su selección de pan salado: la clásica baguette parisienne crujiente por fuera y suave por dentro con los bordes apenas dorados, así como la acogedora rusticidad del pan de centeno harán que te lleves uno a casa sin saber con qué acompañarlo. Ese el don de Ficelle: hacer pan protagonista, de ese que te invita a construir todo un menú alrededor de él.

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Cuando una sencilla pieza de pan provoca a tu creatividad y te seduce al punto de invertir en los mejores acompañamientos sabes que estás ante algo extraordinario. Sabes, también, que hay buena técnica, ingredientes de calidad y respeto a los comensales pero –en especial– cariño por la tradición panadera. Y eso no lo encuentras en las cadenas.

Visitar Ficelle no es ir a comprar un pan o una tarta. Es ir a entregarte al más sencillo –y complicado– de los placeres: disfrutar buen pan.

 

*Actualizado en enero 2019

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