Uno de los secretos mejor guardados de la primera sección del Bosque de Chapultepec es sin lugar a dudas la Fuente del Quijote. Apartado del bullicio propio del lago principal, y aprovechando la quietud que ofrece el denso parque de ahuehuetes; existe un lugar en donde la contemplación y el caballero de la triste figura convergen. Una unión que, en toda su improbabilidad, resultó maravillosa.
Aunque no se sabe el año exacto de su construcción, algunas fotos de la década de los veinte, recogidas por el Catálogo de Monumentos Escultóricos y Conmemorativos del Distrito Federal ya daban cuenta de que la Fuente del Quijote lleva mucho tiempo siendo la favorita de intelectuales y bibliófilos. En su momento la fuente tenía estantes para los libros que se prestaban ahí mismo –incluso aún sobreviven un par de columnas que tenían esta función.
De hecho, no importa si nunca has leído el ‘Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’, bastará con algunos minutos en el lugar para empezar a familiarizarse con los personajes. La fuente está rodeada por cuatro bancas embellecidas con azulejos que cuentan la fantástica historia del libro de Miguel de Cervantes. “Esta fuente narra las aventuras del caballero andante y su noble escudero Sancho Panza” –advierte una placa conmemorativa.
Desafortunadamente, las estatuas que se encuentran en el sitio hoy en día no son las originales, si no las terceras suplentes. Las primeras eran de bronce y fueron traídas directamente de Sevilla, sin embargo, se las robaron en 1974. Su reemplazo quedó a cargo de José María Fernández Urbina, quien definitivamente dejó volar la imaginación: Al Don Quijote lo reimaginó como Salvador Dalí, y a Sancho como Diego Rivera. En 2015 las figuras volvieron a ser víctimas de la delincuencia, pero no tardaron en ser sustituidas por el mismo modelo. Otro cambio, pero del que no se tiene mucho registro, es de la fuente en sí. En postales del siglo pasado se observa una simple pileta de la que brota un chorro de agua. Ahora, tenemos un grupo de sirenas que canalizan el líquido. Nadie sabe ni cuándo ni por qué se mandó a hacer esta última modificación.
A mediados de la década de los ochenta, la Fuente del Quijote empezó verdaderamente a resentir el abandono. A pesar de que se le enrejó e instaló alumbrado público -con la intención de protegerla de los peligros de la noche- eso no impidió que también trataran de hurtar y estropear los azulejos, sin mencionar el robo del 2015. La estocada final la clavó el terremoto del 2017, que causó daños menores a la estructura. Después de casi un siglo de mantenerse al servicio de los tímidos visitantes del bosque, la fuente tuvo que cerrar sus puertas por primera vez.
Tuvieron que transcurrir cinco años para que la Fuente del Quijote volviera a significar un remanso de calma para los amantes de la lectura y la observación. Gracias al apoyo de iniciativas privadas y campañas de donación, el Comité Mixto del Fideicomiso Probosque de Chapultepec pudo rehabilitar la zona, dejándola prácticamente igual que antes del deterioro.
Con un presupuesto que ascendió a los $6 millones de pesos, se realizaron trabajos importantes de recuperación tanto en los azulejos, como en las estatuas. Hasta reconquistó un poco de autonomía, ya que se retiraron las bardas que la acorralaban.
Bien dicen por ahí que cada tanto se repite la historia y, en el caso de la Fuente del Quijote, ya está nuevamente en contacto con los ahuehuetes, el lago y el bosque. No existen más puertas que la contengan y sus discretos pero hermosos recovecos, impregnados de historia y misticismo, están dispuestos a escuchar un cuento más. La fuente del Quijote se ubica en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, en Avenida Acuario y Calzada del Rey. Visitarla no cuesta absolutamente nada.