Inspiración Verde es una serie de artículos desarrollados por Local.mx para mostrar los proyectos medioambientales más relevantes. En colaboración con la iniciativa Perpetual Planet de Rolex, nuestro objetivo es generar conciencia, inspirar a nuevas generaciones e impulsar todas las buenas ideas que mejoran la vida en la Madre Tierra. Rolex está apoyando a organizaciones e individuos inspiradores en una misión para hacer al planeta perpetuo. #PerpetualPlanet. Para más información visita rolex.org.

“¿Cuántos de nosotros, de niños, teníamos un sueño? Nos gustaban las bellas artes o el deporte. Pero ¿cuántos de nosotros realmente nos dedicamos a ese sueño, a consolidar eso que queríamos ser de niños? Y afortunadamente, para deportistas y artistas hay un escenario muy positivo, pero no para ciencias, no para aquellos niños que quieren ser ambientalistas.” Con estas palabras explica Maritza Morales Casanova —laureada con el Premio Rolex a la Iniciativa en 2012, como parte del Programa de Jóvenes Laureados— el centro de la filosofía de HUNAB, la organización que inició en Mérida hace ya 26 años. Descubrió su misión desde niña, a los 10 años, pues se dio cuenta de la desconexión que existía entre las personas y el mundo alrededor, y decidió crear actividades para generar una relación armoniosa con el medio ambiente. Esa idea evolucionó y creció hasta convertirse en lo que es hoy: una asociación con diversas líneas de acción centradas en la educación, la sostenibilidad y la conservación.

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Maritza Morales Casanova ha entrenado a 100 niños de 40 familias en acuacultura del caracol. Foto: ©Rolex/François Schaer.

Toda la experiencia de HUNAB se refleja, desde 2013, en el parque de educación ambiental Ceiba Pentandra, cuyo nombre hace honor al árbol más emblemático de la región. Ahí, niños y adolescentes entrenan cada semana como ambientalistas —o héroes de la Abuelita Tierra, como los llaman— en módulos en los que aprenden a proteger todas las formas de vida. Lo más singular de este parque es que los instructores son los propios niños que, conforme avanzan en su entrenamiento, pueden compartir sus conocimientos con los demás. Pronto descubren sus intereses particulares, el corazón de su proyecto, y a partir de ahí comienzan a especializarse en lo que más les llama la atención. Es como una carrera universitaria, pero en tamaño pequeño y llena de actividades divertidas.

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Un niño participa en un juego que se enfoca en el dilema que enfrentan las especies en peligro de extinción. Foto: ©Rolex/François Schaer.

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Un joven maestro conduce un taller ambiental para niños siguiendo el punto de vista de Maritza de que los niños pueden proteger el mundo tanto como los adultos. Foto: ©Rolex/François Schaer.

Hasta ahora, unos 27,000 niños han participado en el programa, y la cifra no incluye a aquellos que han ido como parte de una visita escolar, o los 8,000 estudiantes que reciben el periódico didáctico HUNAB en diferentes regiones. Para Maritza, sin embargo, son más importantes las historias detrás de los datos duros. Habla de algunos estudiantes que, tras años de entrenamiento, han pasado al programa de mentorías, en el que cuentan también con el apoyo de expertos de diferentes instituciones: Sofi, por ejemplo, tiene 15 años de edad y siete en HUNAB. Un día descubrió que el gel que utilizaba contenía glitter y que éste termina en los ríos subterráneos, y fue como comenzó a especializarse en el cuidado del agua. Santiago, de 12 años, trabaja con abejas meliponas y otros polinizadores. Visita a productores y hace investigación directo con apicultores, y con la información que obtiene dibuja el cómic del periódico para que otros niños puedan aprender de sus hallazgos. Saraí está dedicada a la recuperación de los suelos y ha hecho toda clase de experimentos con composta. David está convencido de recuperar el maíz criollo, así que de su mochila no saca carritos, sino una colección de mazorcas de colores.

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Las familias pueden ganar un ingreso extra gracias a la venta de artesanías hechas con conchas de caracoles. Foto: ©Rolex/François Schaer.

El círculo se completa de diversas formas: cuando un estudiante toma la decisión de estudiar profesionalmente alguna rama de las ciencias ambientales, y en caso necesario, HUNAB puede ayudarle, mediante alianzas, a conseguir una beca para lograrlo. O cuando un antiguo alumno vuelve para dar su apoyo voluntario a la asociación, como Gaspar, que estudió la carrera de Ingeniería y hoy apoya en la construcción de nuevas áreas del parque, o como Diana, que hizo un doctorado y ahora se especializa en la recuperación de especies de frijol criollo.

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Niños de Sinanché, Yucatán, atienden un taller que Maritza Morales espera que pueda inspirarlos a convertirse en emprendedores medioambientales. Foto: ©Rolex/François Schaer.

Ceiba Pentandra ha seguido sus actividades en línea durante la temporada de la pandemia, y en este tiempo se han reconstruido los espacios para garantizar la seguridad en términos de salud y protección civil. Las actividades presenciales se retomarán en octubre. Y ésa es sólo la primera buena noticia: el siguiente paso es replicar la pedagogía en otros lugares. La ciudad de Pune, en India, está lista para adoptar la filosofía de HUNAB —acrónimo de Humanidad Unida a la Naturaleza en Armonía por el Bienestar, la Bondad y la Belleza—, y el objetivo es que siga en expansión: “Nos faltan muchas manos, muchos voluntarios para poder correr el mensaje sobre proteger a la Abuelita Tierra”, dice Maritza.

Una relación armoniosa con la naturaleza en la Ciudad de México

La Ciudad de México, vasta y multitudinaria, es hogar de una biodiversidad inmensa y resiliente a la que, en muchas ocasiones, no prestamos atención suficiente (¿cuántos de nosotros podemos distinguir las aves residentes y las migratorias?, ¿identificar especies de mariposas?). Sin embargo, nuestra ciudad es, como todas las grandes urbes —y como cada centímetro cuadrado de la Tierra—, parte de la naturaleza: “Originalmente, eran naturaleza, más modificada, sí, con elementos más artificiales, es cierto —dice Maritza Morales Casanova—, pero cada vez que voy a la Ciudad de México, lo primero que me llama la atención son estos gorrioncitos que brincan, que están en todas partes. Lo que nos falta es reforzar esa conexión, saber que hay naturaleza, que todavía nos quedan espacios donde vivimos, cerca de la oficina, en el árbol. Aprender a observar esos pequeños detalles vivos que tiene la ciudad”.

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Maritza Morales Casanova distribuye libros educativos a niños de la comunidad El Limonar, en Yucatán. Foto: ©Rolex/François Schaer.

Y aunque es verdad que hace mucha falta una oferta educativa sólida y continua para ambientalistas (y curiosos), hay formas de acercarse a la biodiversidad local y familiarizarse con ella. Una opción es La Caja de Luz, un laboratorio pedagógico que los fines de semana organiza visitas a Xochimilco, cuyos canales conforman uno de los ecosistemas más singulares de nuestra ciudad. Ofrecen un recorrido en trajinera con guías locales, que imparten un taller de agricultura en chinampas y conducen el avistamiento de especies endémicas. Más adelante se hace una visita a una granja —con 1,500 metros de área verde para correr, perfecto para quienes visiten con niños que, tras un año de pandemia, tienen una reserva extra de energía—. Ahí se pueden ver conejos, guajolotes y borregos. Lo más especial, claro, es la población de ajolotes que aquí se reproducen felices de la vida.

Foto: Cortesía La Caja de Luz.

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Inspiración Verde es una serie de artículos que nos llena de emoción. A lo largo del año daremos a conocer los proyectos medioambientales más relevantes que se han llevado a cabo en el planeta bajo la iniciativa Perpetual Planet de Rolex, y contaremos también las historias locales de quienes afrontan desafíos enormes para el medio ambiente.

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