De las cinco especies de mamíferos medianos que viven en la Reserva Ecológica del Pedregal (REPSA), el zorrillo moteado del sur (Spilogale angustifrons) es quizá una de las más temidas. No importa cuán abrazable luzca o si su mirada transmite la misma ternura que un gato. Tiene un olor bastante fuerte y esa es razón suficiente para huir en cuanto uno se encuentra con él.
Pertenece a la familia de los mefítidos, y de todos ellos, el zorrillo moteado es el más pequeño. Llega a medir 26 centímetros de largo –casi lo mismo que una ardilla adulta–, de ahí que también lo conozcan como Mofeta pigmea. Todas las especies que pertenecen a esta familia tienen dos glándulas de olor cerca del ano que están llenas de almizcle; cuando se sienten amenazados rocían la sustancia y eso es lo que hiede y los hace famosos. Hay que decir que son muy nerviosos, así que acercarse demasiado no es una opción pues con una sola descarga uno puede apestar durante semanas.
Al igual que otros mefítidos, como el zorrillo narigón rayado, éste vive desde Costa Rica hasta México, aunque por sus hábitos nocturnos no es común verlos paseando por ahí. Además del Pedregal de San Ángel, uno puede verlos en zonas como el Ajusco, las faldas del Volcán de Guadalupe y el Desierto de los Leones.
Cuando uno tiene la suerte –o desgracia, dependiendo el caso– de verlo por ahí, quiere decir que su madriguera no está lejos. Casi siempre salen cuando tienen que cazar o ir al baño, pues además de ser miopes son bastante absortos y sólo se concentran en sus necesidades. Aunque estos zorrillos no están en peligro de extinción, hay que evitar molestarlos o ponerlos en situación de riesgo. En sus contadas salidas de las madrigueras, ayudan controlar especies peligrosas como alacranes y arañas ya que son su dieta básica.
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