En la colonia Guerrero hay un departamento en el que sirven pozole. Para entrar hay que llegar frente a la puerta del edificio y tocar el timbre que dice “pozole” (no es broma). El Pozole de Moctezuma es un secreto de la colonia, de esos que a todos les gusta presumir hasta que dejan de ser secreto y se vuelven tradición. Su pozole es excepcional, delicioso y extraño; aquí explicamos por qué.
En 1947 Balbina Valle llegó a la ciudad, desde Iguala. Como muchos de sus paisanos se instaló en la colonia Guerrero, calle Moctezuma, número 12. En su pequeño departamento de la primera planta servía pozole verde, estilo Guerrero, para quien quisiera recordar Iguala. Más de 70 años después, El Pozole de Moctezuma ocupa el primer piso y la planta baja del edificio con tantas mesas, sillas y meseras como cualquier restaurante.
El pozole de la señora Balbina no es como ningún otro. Su receta es la original de Guerrero con cebolla, chile verde y piquín, orégano, limón, aguacate, chicharrón, sardina, mezcal y un huevo crudo. Cuando uno lo pide, la mesera llega con el plato enorme de barro lleno de humeante pozole, se pone los guantes y va agregando ceremoniosamente cada ingrediente. Ahí el pozole es un espectáculo. El toque final son dos cucharadas de mezcal guerrerense “para potenciar el sabor”, dicen.
Con todo, el pozole es delicioso. Uno también puede pedir el verde mediano más tradicional, blanco y, en temporada, el de camarón. Todos los ingredientes se cobran por separado y la cuenta llega en un ticket largo con anotaciones como “huevo: 5 pesos”, “tostadas: 9”, “aguacate: 30”. También hay tacos de chorizo, lengua o sesos; mezcal de Guerrero y una larga lista de licores, del tequila hasta el anís”. De postre sirven “huevo estrellado”: arroz con leche con un durazno en almíbar al centro.
El Pozole de Moctezuma aún es un negocio de familia, ahora atendido por Jerónimo Álvarez, bisnieto de Balbina. De lunes a sábado, a partir de las 2, inician la jornada despachando pozole a una mezcla de vecinos, fanáticos del pozole y algunos extranjeros (cuando fuimos estaban grabando un documental para la televisión coreana). En la entrada del departamento hay una colección de encendedores en cajas de cristal notas de periódicos enmarcadas y placas de premios al mejor pozole, que brillan como si acabaran de ser lustradas con orgullo.
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