En Tamales Teresita lo más rico son las orejas de elefante: milanesas enormes que desbordan el plato, tan ricas y tan inventadas que ya son, junto con los machetes, patrimonio de la Guerrero. El platillo puede ser casi tan grande como uno quiera: a los 120 g. de carne empanizada uno puede agregarle guarniciones que llenan solo de verlas.
Hay una forma más o menos sencilla de comer la oreja de elefante: pedirla sola. Lo cierto es que casi nadie la pide así. La mayoría de los comensales tiene al frente suyo la Súper Teresita, la más rebosante, que lleva chilaquiles (que a veces parecen enchiladas), una pieza de jamón distendida, frijoles refritos, plátano frito y papas fritas hechas en casa. Desde luego, contar las calorías en Tamales Teresita no es tema urgente.
El lugar es pequeño, amarillo y en sus paredes hay vitrinas repletas de refrescos mexicanos que ya no existen. Las mesas son pocas y la fila de espera suele ser larga. Cuando el cliente llega, le dan una tablita de madera con un número y así van todos pasando. El inconveniente es que el llamado podría ser hasta una hora después. Pero todo es rico, y al menos para probar, o quizás ir de vez en cuando, vale mucho la pena. Si el caso es probar, recomendamos dejarse ir y pedir la Súper Teresita, que no tiene desperdicio.
No hemos probado los tamales y no muchas más cosas del menú, realmente, pero dicen que el caldo de pollo también es muy especial. Tamales Teresita tiene una de las más ricas y grandes milanesas de la ciudad desde 1960. Larga vida a este local.
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