Wanderlust es un gran deseo o impulso de viajar, deambular o explorar el mundo. Caminar simplemente para pasear es un privilegio del ser humano; escoger por donde andamos, una forma de ejercer nuestra libertad. Rebecca Solnit, ganadora del prestigioso National Book Critics Circle Award, ha dedicado un libro a este tema. Wanderlust. Una historia del caminar relata cómo esta —aparentemente—ordinaria actividad ha tenido distintas finalidades desde los griegos hasta el presente.
Escogimos nuestras caminatas favoritas del libro y trazamos unas rutas para aplicarlas la Ciudad de México:
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1. Caminar para conquistar la rabia
“Una costumbre esquimal ofrece a una persona enrabiada aliviarse caminando en línea recta por el paisaje hasta sacar la emoción de su sistema; el punto en el cual conquista la rabia se marca con un palo, como testimonio de la fuerza o la longitud de la rabia”. Lucy Lippard, Overlay.
En la Ciudad de México –¿qué duda cabe?– es preciso conquistar la rabia. Proponemos para ello una caminata bastante accesible e ideal para el propósito (aun si suena a lugar común): la calle de Ámsterdam. Su trazo elíptico te permite caminar derecho sin sentir que en realidad das una vuelta y regresas al mismo lugar. Creemos que los tiempos modernos, en que la prisa impera, necesitan su contraparte en lo absurdo: qué más absurdo que caminar con la sensación de no saber si estamos yendo o regresando. Perder momentáneamente el sentido es nuestro antídoto contra la rabia.
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2. Caminar para protestar
“El 1 de enero de 1999, a la edad de ochenta y nueve años, Doris Haddock, más conocida como Granny D., partió a caminar por Estados Unidos para demandar una reforma en el financiamiento de campañas; llegó a la capital de la nación catorce meses y 5.150 kilómetros después”.
Caminar juntos para exigir que cambie una situación social es una forma ya establecida en la comunidad, sin embargo también son importantes las protestas personales que llevan a cambios aparentemente menos visibles pero igual de potentes.
Hora pico de tráfico, Avenida Revolución, ¿por qué no bajarte del auto y caminar a tu destino? Si estás demasiado lejos, ¿por qué no caminar hasta dónde puedas y de allí tomar otro transporte? ¿Es por prisa? La prisa sólo te abona más rabia. En un mundo en el que reina el hombre apresurado y el automóvil, caminar es un acto de protesta.
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3. Caminar para pensar
Solnit lo dice muy bien: “El ritmo de caminar genera una especie de ritmo de pensar, y pasar por un paisaje hace eco o estimula el paso por una serie de pensamientos”.
Caminar para pensar, como ha sido costumbre de las mejores mentes de la Historia, puede ser en el lugar que sea, siempre y cuando no tengas prisa y tu destino final sea intercambiable.
Proponemos para eso el Centro Cultural Universitario de la UNAM. Camina desde el Universum hasta la sala Nezahualcóyotl entre piedra volcánica, edificios y miles de tonos de verde. No hay pierde en esta caminata; algo tiene la UNAM que siempre alimenta el espíritu.
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