Es necesario tocar el timbre de la casa amarilla en la colonia Tlaxpana, pero vale la pena. Los que saben que esta casa es un museo dedicado a la Biblia no son muchos, pero cualquiera puede ir y pasarse horas consultando tomos antiguos en arameo o hebreo, por ejemplo, o viendo las fotografías de objetos rituales de distintas religiones del mundo. Entrar a Maná (que lleva el nombre de ese alimento que Dios le mandó a los hebreos en su éxodo por el desierto) es como entrar a un escenario de la Edad Media donde todo huele a libro viejo, a pergamino, a iglesia.
Desde la entrada, Maná es interesante incluso para quienes nunca se interesaron por la Biblia. La colección que el filósofo y teólogo Cristian Gómez reunió para el museo es delirante. En la exposición de ahorita está La biblia del oso: una de las primeras biblias traducidas al castellano y en la portada tiene la ilustración de un oso tratando de alcanzar un panal de abejas. También hay una copia de la Biblia de San Luis –hecha durante el siglo XIII para la dinastía francesa de los Capetos– que hasta hace un par de años era el único ejemplar semi original en nuestro país.
El museo es sobre todo una gran, alucinante biblioteca de textos sagrados y antiguos en distintos idiomas. Pero también hay exposiciones permanentes y temporales. Además de las diferentes versiones de la Biblia, hay objetos que ayudan a comprender mejor la historia de este libro y de las religiones basadas en él. Hay réplicas de las vasijas de barro donde se encontraron los rollos del Mar Muerto y unos pequeños recipientes dorados y plateados llamados Mezuzah, donde los judíos depositan pergaminos con fragmentos de los textos sagrados. Cada cuadro o mapa en la pared y cada artefacto en las vitrinas del museo sirve para que los visitantes no se pierdan ningún detalle; desde un dato geográfico, hasta algo tan específico como la suave forma y sabor del maná (que según el libro del Éxodo lucía como algodón y sabía a hojuelas de miel). En Maná uno puede obtener información que a menudo no es tan evidente al leer la Biblia.
A la biblioteca de Maná sólo se puede entrar con previa cita. La mayoría de los tomos se imprimieron durante el siglo XIX, pero los hay del s. XVI. Todo eso el se percibe a través del olor que mana de los encuadernados en piel sobre los anaqueles. En el catálogo hay libros sobre teología, filosofía e idiomas como el hebreo, el arameo y el griego. Obviamente, también tienen una gran colección de biblias traducidas a idiomas que incluyen el totonaco y el náhuatl, por ejemplo.
Para hacer la experiencia mucho más completa, Maná ofrece cursos de teología y de idiomas bíblicos. El propósito del museo es que las personas se acerquen a la Biblia como un texto estético y ecuménico. Que la conozcan como literatura, lo cual permite superar fanatismos y luchas religiosas. En cualquiera de los casos, los encargados aseguran que la lectura y el estudio de la Biblia nos ayuda a conocer mejor a la sociedad.
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