Helados Palmeiro ocupa una esquina color claro en el Mercado Medellín. Tiene una barra de azulejo verde azul que rodea el local alumbrado con luz blanca. Hay cuatro refrigeradores grandes, tres chicos y poca decoración. Está solamente lo preciso para preparar y servir helados cremosos, malteadas que sí tienen malta y vasitos de café intenso, como lo hacen en Cuba: licuadoras, recipientes, una cafetera de expreso, tres batidoras Hamilton clásicas, vasos y platos. Es el local 507 y uno lo encuentra entre los puestos de abarrotería de Colombia, Perú, Venezuela que hay en este mercado que –por puro accidente– lleva su especialidad en el nombre.

helados palmeiro

Apenas uno se sienta ya tiene una cucharita blanca copeteada de helado en la mano. Helado de nata, galletas maría o malta. El servicio suele ser perfecto. Eugenio es el dueño, y tiene el trato campechano y las historias insólitas. Muchos van por el helado y vuelen por lo familiar de la experiencia. Cuando Eugenio no está, una señora más seria atiende y se asegura que pruebes cuanto helado necesites. Se ahorra explicaciones pero se asegura que uno pruebe para decidir qué va a ordenar.

helados palmeiro

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Las malteadas son de malta. Así como se hacían originalmente y que fueron remplazadas por la leche y luego -en muchos casos- por los saborizantes artificiales. Hay con helado y sin helado; recomendamos pedirla, sobre todo si es primera vez, sin helado (para disfrutarla más). Entre los helados, nuestros favoritos son el de nata, que es el más vendido, el mantecado, que es receta de la abuela y sabe un poquito a mantequilla, y el de mamey. El de moscatel es raro y por eso vale la pena probarlo. Pero la carta de sabores es larga: los hay tan variados como de galletas maría, mandarina o ron con pasas.

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Helados Palmeiro sabe a casa; aún cuando su origen es un lugar tan lejano (y desde luego extraño) para muchos de nosotros. Quizás porque hay pocas cosas tan convenientes para sobrellevar la hostilidad de lo cotidiano como un helado hecho con gusto a media tarde.

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