Nos gustan los establecimientos pequeños no sólo por su escala sino por su sabía economía de esfuerzos. La gustosa distribución de los recursos –el tiempo, la publicidad, las palabras, hasta la estética– que únicamente pocos, los menos apurados, pueden llevar a cabo. En Italia, una ostería era reflejo de eso; un lugar en el que servían vino y comida sencilla. Generoso y social, similar a una cantina. De un tiempo para acá, en una ostería la comida ha devenido protagonista, pero los menús siguen siendo cortos y los comensales amigos. Osteria 8 es un restaurante italiano en la Roma (casi Condesa), franco, que hace justicia a la cualidad de osteria.
Stephan Gialleonardo creció en Nueva York, cuando el East Village apenas se gentrificaba y del Lower East Side uno no salía ileso. Creció en el barrio italiano del Bronx, viajó por el mundo y recorrió México en moto hasta llegar a la Condesa. En el 2009 abrió Ostería 8 en la calle Sinaloa y su concepto encajó perfecto con el barrio. ¿Cuál es el concepto de Osteria 8? Que no hay tal. Este lugar discreto no tiene más pretensiones que servir comida muy rica y vino bueno y sencillo. Hasta la fecha, los clientes más frecuentes son los mismos que lo recibieron encantados.
Bajo un toldo amarillo con rojo hay ocho mesas y un horno de leña, del que se encarga Patricia Ramírez, socia de Stephan. Tiene poco personal y un menú que cabe en una sola página: seis antipasti, diez pizzas, siete pastas, tres postres y dos o tres vinos. Las ensaladas las preparan con hortaliza fresca, recién cortada de un rancho de Malinalco. Las pastas, secas o frescas, las hecen en casa, y el pan de la pizza lo fermentan de 24 a 72 horas.
La ensalada de Arúgula ($95 pesos) es tan seductora como un postre. Es el primer platillo y uno ya no puede parar de comerla. La base es arúgula orgánica y lleva queso de cabra, nuez y una reducción balsámica que sabe a lo de siempre, pero desde luego que no lo es. Las opciones de pizza van desde la clásica margarita hasta pizza de salchicha que ellos mismos hacen desde cero, con anís.
Dos especiales son la pizza de cuatro quesos y la Sorrentina. La primera es de mozzarella, parmesano, gorgonzola y pecorino, con inesperados pedacitos de pimiento asado y hojuelas de ajo dorado. La segunda tiene una mezcla de salsa de jitomate con cuadros de mozarella fresca, albahaca y aceite de oliva. Se hace una mezcla tan derretida y suave que se marmolea, pero aunque esté algo líquida, el pan está tan bien hecho que no se remoja.
Todas las pastas las hacen en casa, y algunas son raras en México. La paccheri es un tipo de pasta napolitana en forma de tubo largo y grueso, que preparan con la clásica salsa de jitomate, guanciale, cebolla, albahaca y parmesano grana padano. Hay también spaghetti, fazzolleti o pappardelle, con distintas preparaciones (y ninguna con un precio mayor a $200 pesos). También tienen un risotto que se ve delicioso.
En Osteria 8 nada es fatigoso. Nada se desgasta demasiado. Stephan y el equipo usan los recursos con quieta precisión; el tiempo para fermentar el pan, para hacer pasta fresca; la estética, sobria y muy normal, para crear un ambiente amigable. La publicidad es de boca en boca –no gastan energías en eso. Importan lo que es necesario Quizás este es el secreto de su permanencia en un barrio que cambia a cada descuido..
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