Can Can tiene los flyers más bonitos (nominados aquí), juegos de arcade, muy buena selección de música y tragos a cargo del mixólogo del Limantour. Es un bar chiquito en la calle de Durango, creado por los mismos que hicieron el Mono, Campo Baja y, en su momento, Rhodesia. Todo esto ya es una combinación fortuita para el que sale de trabajar y quiere relajarse y soltar el cuerpo, pero además está su propuesta culinaria, que queremos destacar aquí.
Detrás de todo lo que el cliente puede ver está la cocina del chef Filipe Neves. Una especie de laboratorio botánico lleno de frascos etiquetados, todos hechos en casa. Neves hace la mayonesa, la salsa Tabasco, los pepinillos, las mermeladas. Aquí ni el sabor ni la presentación es pretencioso, no busca ni quiere serlo.
La simplicidad es su premisa básica: “Empieza por lo clásico, y ya después ponte a inventar”, dice el chef, quien viene directo del Industry Standard en Berlín y el restaurante Fortaleza do Guincho en Portugal (con estrella Michelin).
Con la filosofía de “aceptar cosas nuevas que nos pueden gustar”, Neves se dirige a los comensales que dudosos miran la carta. Pero a pesar de que le gusta ver a la gente salir de su zona de confort y pedir cosas como la lengua de res o el melted cheese de chorizo verde, también disfruta hacer cosas clásicas como la hamburguesa de la casa en pan brioche con pepinillos caseros y una mezcla de beef y brisket para la carne.
Ésta última es de los pocos platillos que ha resistido el cambio constante del menú. Filipe aprendió de su antiguo trabajo en Berlín que ningún plato se debe quedar más de un mes; no debes acostumbrar a los clientes a pedir siempre lo mismo. Cuando empiecen a pedir mucho un platillo, es momento de hacer otra cosa. “Aquí yo también quito platos. Todo cambia y entre más rápido te habitúes a ello, mejor”.
El chef se divierte experimentando con lo que encuentra en su camino por México: plantas, hierbas, frutas o hasta procesos. Se interesa por nuestra historia y las tradiciones en la cocina. Cuando habla, sus ojos se abren y alza la voz, casi gritando. Es inevitable ver cuánto y cómo le emociona la cocina, la comida en general. Lo que busca es que la gente lo pruebe todo, que comparta y disfrute de la experiencia.
Can Can es un experimento fortuito: comedia (stand-ups), coctelería, juegos de mesa, música y comida. A veces, por lo mismo, podría parecer un mosaico de imágenes entrelazadas, de espacios que se sobreponen y se contradicen. Pero funciona muy bien. En un minuto estás escuchando a The Smiths mientras comes pulpo asado con camote y al otro estás tomando un Moscow (vodka, jengibre y limón) jugando futbolito. Esa composición es la que hace de Can Can un lugar único.
La próxima vez que busques tomar un trago, comer delicioso, departir con amigos, dirígete ahí. Y prueba lo que sea que el chef Filipe Neves recomiende en ese momento.
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