El temblor fue inesperado, estábamos justo llegando a la oficina, una oficina que está en un tercer nivel y nos agarró ahí. La verdad es que fue algo bien extraño porque para empezar estamos acostumbrados a la alerta sísmica. En este caso no se escuchó hasta después y nuestros protocolos básicamente los tuvimos que hacer de inmediato: tuvimos que desplegarnos en un escritorio y con el movimiento yo sentí que ese edificio se iba a caer. Una vez terminado el sismo fuimos hacia la escuela de los hijos de un compañero. Activamos los protocolos personales y después nos activamos como brigada. Nos avisaron que un edificio cercano había colapsado y nos fuimos directo y no paramos hasta 2 semanas después. Mi oficina está en Rancho Vista Hermosa, por Galerías Coapa. Y el edificio que se cayó estaba a 6 cuadras.
Al llegar mi impresión fue de asombro, había pasado muchas veces por ahí y de repente me di cuenta que se colapsaron dos edificios, es impresionante ver que hay mucha gente queriendo ayudar. Mucha gente no sabe, estábamos mi compañera y yo, de los que sabíamos, todavía no llegaban las autoridades ni nada y fue impresionante. Tuvimos que hacer uso de la gente que estaba ahí. Afortunadamente logramos sacar a dos personas con vida. Una al inicio cuando recién llegamos y la otra fue la última persona que salió del edificio. Estaba hasta abajo, es una señora de 87 años que, después de 40 horas más o menos, estaba viva. Estuvimos alrededor de 40 horas en el edificio, aunque igual pierdes la noción del tiempo. Yo pensé que había sido un día y nos aventamos casi dos.
De ahí, poco a poco fueron llegando nuestros compañeros. Éramos 60. Nos trasladamos al edificio que está en Coquimbo porque una amiga de un compañero tenía un familiar en un edificio. Entonces nos fuimos directo para allá y nos recibieron. fortunadamente conocía yo al director de Protección Civil de esa delegación, nos dio todas las facilidades para trabajar y poco a poco se fueron incorporando más compañeros. Ahí estuvimos alrededor de 4 o 5 días, hasta que sacamos al último.
Fue muy agotador porque estuvimos trabajando las 24 horas del día. De repente ya no te das cuenta de la hora ni cuánto tiempo habías estado dentro del edificio. Es un trabajo en el que tienes que estar muy concentrado todo el tiempo, viendo muchos riesgos a los que estás expuesto y no mover nada de más porque te puede provocar hasta la muerte.
En cuanto terminamos operaciones ahí en Coapa nos juntamos todos. Ya para esto había recibido mi amigo la llamada y nos fuimos a Lindavista.
Ahí estuvimos alrededor de 4, 5 días, terminamos el domingo por la tarde y nos fuimos a asear porque llevábamos ya prácticamente una semana trabajando. Luego nos fuimos directo a Álvaro Obregón y ahí estuvimos como una semana más o menos, hasta que salió el último. Y ahí ya fue una búsqueda más… igual de 24 horas pero con mucho apoyo de los grupos que llegaron del extranjero, de los grupos de la ciudad, del gobierno federal y la verdad es que fue un trabajo pesado pero con relevos, con mejores tiempos para que pudiéramos descansar.
Después de Álvaro Obregón terminamos misión. Dimos por concluidas las labores de búsqueda y rescate y ya la parte que viene ya no nos correspondía, es la parte de demolición y reconstrucción. Entraron máquinas y gobierno, todos los recursos de gobierno.
Visualmente, el edificio que más me impactó fue el de Álvaro Obregón. Pero creo que emocionalmente fue el de Coapa porque no había orden, había cerca de 1,000 – 1,500 voluntarios queriendo ayudar, no había autoridades y las que llegaban realmente no podían controlar. Entonces lo que hicimos fue que nosotros coordinamos toda la emergencia. Nosotros decidimos qué es lo que cada uno tenía que hacer. Y la verdad es que nos fue bien, en 40 horas sacamos a dos personas con vida, creo que fue un buen trabajo.
¿Qué edad tienes, viviste el temblor del 85?
Tengo 37 años y sí me tocó el 85. Recuerdo el movimiento, realmente no recuerdo muchas escenas. Toda mi vida he vivido en Coyoacán y en el 85 los daños fueron hacia el centro, entonces no recuerdo haber visto algún edificio colapsado o algo así. Pero fuera del 85 me han tocado muchísimos, entonces a pesar de que ves tantos sismos, tantos edificios colapsados, gente en desgracia, no te imaginas o no puedes visualizar que sucede en tu ciudad. Me han preguntado que cuánto llevo en esto.
Mi tío es coordinador de los Topos y yo crecí escuchando todas sus historias. Siempre dije que quería ser Topo. No me acuerdo en qué momento, la verdad es que perdí la brújula en cierta parte de mi vida, pero es algo para lo que yo nací porque llegó en el momento en el que menos lo esperaba y me di cuenta que había nacido para esto. Los últimos 14 años de mi vida me preparé para cuando la ciudad necesitara de mi ayuda, y llegó el momento de aplicar todo lo que había aprendido, todo por lo que había estudiado. El objetivo principal que era ayudar a la ciudad, ayudar a mi gente, a mi pueblo. Llegó sin que me lo esperara.
¿Te metiste en los tres edificios? ¿Cómo es?
Sí. Da mucho miedo. Es temor porque sabes que es un edificio que en cualquier momento se puede terminar de colapsar. Y es una experiencia demasiado extrema porque en cuanto ves el espacio por donde vas a entrar sabes que en cualquier momento se puede caer y que tú te puedes quedar ahí. Es algo como incertidumbre, entre incertidumbre y miedo, pero también tienes la certeza de que vas a sacar a alguien, que lo estás haciendo por alguien y no precisamente por ti. Lo haces para darle tranquilidad a una familia. Y poco a poco, conforme van pasando los días, te vas dando cuenta que hay mucha confianza: ya conoces la ruta, ya sabes que el edificio se fortaleció, que pusiste ciertas cosas para fortalecer el espacio donde tú estás. Entonces poco a poco vas agarrando confianza.
Adentro hay algunos lugares en donde hay luz, pero en general es oscuro, totalmente oscuro, entonces cuando nos dicen “no, hay que trabajar hasta las 8 de la noche porque se nos va el sol”. A mí en lo personal me da risa porque adentro no hay luz, sea de día o sea de noche, no hay luz.
¿A qué huelen los escombros cuando estás ahí adentro?
Huele a miedo. El miedo no sé a qué huela, pero te da esa sensación. Y el hecho de que percibas el olor de un cadáver te da más miedo porque no sabes cómo lo vas a encontrar. Sabes que lo tienes que encontrar pero no sabes cómo lo vas a encontrar. Y el hecho de manipularlo… A mí en lo personal no me causa algo emocional. Procuro no involucrarme emocionalmente con la víctima; sé a lo que voy. Sé lo que tengo que hacer y lo hago. Y sí te da cierta incertidumbre pensar cómo lo vas a encontrar y cómo lo vas a sacar. Pero ya llega un momento en que el primer contacto con un cadáver es básico porque depende de cómo reacciones: es si puedes o no puedes sacarlo. Y también tiene mucho que ver qué tipo de persona era.
En el edificio de Coapa me tocó recuperar a una bebé de mes y medio fallecida. Nunca había sacado un bebé. Me había tocado uno de dos años pero pues es un poquito más grande. Pero una bebé de mes y medio, en ese momento… Tengo un sobrino que tiene esa edad, vienen muchas cosas por la mente, te imaginas muchas cosas. Cuando saco a la bebé y la cargo en mis brazos, la sensación que sentí fue extraña pero me quedó y me quedó como por tres días. Dormía los 5-20-30 minutos que dormía y me despertaba brincando o brincaba dormido por la sensación que me quedó como de ternura al sentir el cuerpo del bebé inerte. Fue algo que no había experimentado y fue como de paz, cuando lo cargué fue como de ternura y paz al mismo tiempo. Lo cargué aquí en mi pecho y eso sentía. Y me despertaba con esa sensación del bebé.
En Coapa rescatamos dos personas vivas: dos señoras, una al inicio de la misión, minutos después del sismo, que solamente tenía algunas lesiones en las piernas, y la otra señora que fue de 87 años, a ella la encontramos en lo que era el primer nivel del edificio, era una señora que estaba en silla de ruedas y que al momento en que la encontramos –la encontró uno de mis compañeros– fue una sensación rara porque esperas encontrar un cuerpo, no sabes si vivo o muerto, pero el hecho de que reaccione, que te hable, que te diga que tiene hambre, es algo no sé, raro, que la primera impresión que te de la señora es “tengo hambre” te causa una extraña sensación.
Generalmente les decimos es que se calmen. La mayoría está asustada, grita, piden que los saques. Ver la tranquilidad con la que nos habló esta señora fue raro. Y sobre todo porque estaba prácticamente en sus 5 sentidos. La gente que está atrapada normalmente quiere salir, está desesperada o muchas veces ya está inconsciente. Así que le tomamos signos vitales y ahí es donde nos damos cuenta si están vivos. Pero esta señora sí fue impresionante. A la edad que tiene, en su estado, y que tuviera esa tranquilidad para decir que tenía hambre, fue muy extraño.
El tiempo para sacar a alguien es variable. Nos hemos tardado, al menos en lo personal, para un cadáver… Por ejemplo, nos tardamos 9 horas en sacar a una pareja. Eso fue en un deslave, pero igual es prácticamente lo mismo. Las estructuras quedan desechas y quedan encima de ellos. Entonces depende del piso de construcción, del piso en el que estaba, depende mucho de esas cosas.
En Álvaro Obregón fue una búsqueda diferente a lo que nosotros hacemos. Encontraban personas o cuerpos y las autoridades los sacaban. Los Topos solamente los ubicábamos y ellos los sacaban. Por no sé qué protocolo era un tema más relacionado con las cámaras, que grababan el momento en que se sacaba un cadáver o a una persona.
¿Y en tu opinión las autoridades están preparadas para entrar a los escombros y sacar?
Creo que hay de todo. Hay gente muy preparada. En lo personal conozco a Colín que es el operativo; un tipo muy preparado. Ahorita en Álvaro Obregón me tocó trabajar con él y me di cuenta de la preparación que tiene. Y hay mucha gente muy capaz pero la diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros somos voluntarios y ellos están trabajando, Entonces sí tienen buena preparación pero reciben órdenes o instrucciones de sus superiores. Esa es la diferencia entre ellos y nosotros.
Cuando llegaste a Álvaro Obregón ¿sabían que ya no había nadie vivo?
No, la verdad es que nosotros nunca decimos vamos por cadáveres. Nuestra principal búsqueda es por vivos, y no decimos que alguien está muerto hasta que no lo encontramos. Para nosotros siempre está vivo hasta que lo encontramos. Siempre.
Y en Álvaro Obregón, ¿cuántas personas se sabía que había?
Había muchos rumores. Se hablaba de 30, de 40, de 50. Yo la verdad es que vi muchos y no los conté, pero fueron muchísimos. No tengo un número exacto porque salían a cada rato.
¿Y cómo es el proceso de identificación?
Ya ahí fue más específico porque los sacaban, había una morgue móvil, se los llevaban ahí. Yo creo que ahí adentro los limpiaban y llamaban a familiares a reconocerlos. Todo se hacía en el tráiler, en la morgue móvil.
Tú me decías que te impactó más el de Coapa por toda la cantidad de personas que te tocó ayudar. Es raro que las personas… corrieran hacia los escombros. ¿Fue algo extraño que hayan habido tantos voluntarios?
Fue extraño, yo estaba, hasta hace un momento, un poco decepcionado de la sociedad mexicana. Veía que nada importaba, que era más fácil criticar que ayudar, o que era más fácil meterle el pie a alguien que darle la mano. Y me callaron. Me taparon la boca porque vi una respuesta de la sociedad impresionante. La solidaridad de todos. Vi algo que no había visto, al menos aquí en México, que fue unión. Y es agradable, siempre y cuando sea controlado, porque llega un momento en el que todo mundo quiere ayudar, todo mundo se quiere meter, pero no todo mundo está capacitado para hacerlo. Y deben de entender que hay ciertas cosas que no pueden ni deben hacer porque se exponen y exponen a todos los que estamos trabajando allí. Entonces está bien ayudar pero con cierta precaución.
¿Me puedes contar de alguien a quien recuerdes de los voluntarios?
De cada lugar me quedé con alguien. En Coapa había una chica que venía de Toluca, no la volví a ver, pero era una chica que se me acercaba y me decía “¿Qué hago?” y le respondía: “Bueno pues fórmamelos, hazme células de 10 para sacar escombro”, y la chica todo lo que yo le pedía que hiciera, lo hacía. De hecho ni siquiera recuerdo su nombre, pero recuerdo que venía de Toluca y que estaba haciendo prácticas aquí, se quedó a ayudar y de repente desapareció, pero ella me ayudó mucho a controlar. Y todo lo que yo le pedía que hiciera, lo hacía. Al pie de la letra. Esa chica espero en algún momento volverla a ver y agradecerle por ese tema.
En Lindavista había muchísima gente. Había unos chavos de unos 18 o 19 años que tenían unas ganas de ayudar impresionantes pero sabían que no podían meterse a los escombros, entonces su forma de ayuda fue llevarnos de comer, llevarnos agua, preguntarnos si necesitábamos algo. Fue muy grato. Y tengo también recuerdo de unos chavos que vinieron desde Houston a traernos herramientas. Manejaron no sé cuánto, como 18 horas o más para traernos herramientas específicas para poder ayudar. Llegaron, cenaron con nosotros y se regresaron. Entonces la verdad es gente que encuentras en el camino que te ayuda muchísimo. Que te da la mano sin preguntarte cómo te llamas, sin decirte si lo sabes utilizar o no. O sin pedirte condiciones de nada. Esa es la parte en la que ellos decidieron ayudar y la verdad es que nos ayudaron muchisísimo.
En Álvaro Obregón había muchos voluntarios y también teníamos personas que todo el tiempo estuvieron ahí con nosotros. Nos preguntaban si ya habíamos comido, si queríamos agua, café. Todo lo que necesitábamos ellos nos lo llevaban sin necesidad de buscarlo nosotros. La verdad es que fue muy buena respuesta de la gente.
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