Aunque alguna vez vivimos en el paraíso, hoy vivimos en una gran ciudad sobrepoblada –que amamos– pero que, a causa de la gran cantidad de residuos tóxicos que hay en el ambiente, los malestares a la salud y las enfermedades respiratorias han aumentado considerablemente en años recientes.
Hay quienes consideramos nuestras casas una suerte de trinchera donde nos sentimos a salvo, como si todos los demás peligros se desvanecieran. Seguramente sí, pero es cierto que allí también nos encontramos rodeados de algunos enemigos bárbaros, diminutos, etéreos. Estos provienen de los productos y materiales que más utilizamos en la Ciudad de México nuestra vida cotidiana.
A las enfermedades y malestares que esto desata, incluso, se le ha dado un nombre: El síndrome del edificio enfermo. Y más que generar (más) paranoia –indiscutiblemente, nuestro bienestar y existencia se encuentran siempre al filo–, compartimos algunos datos a partir de una investigación de la UNAM, para identificar los productos tóxicos que nos rodean en nuestros espacios cotidianos y encontrar formas para disminuir riesgos a la salud.
Los contaminantes en casa:: a los riesgos que enfrentamos por productos tóxicos en el trabajo se suman: la exposición a nocivos que se encuentran en el hogar, y casi todo tiene que ver con los productos de limpieza de casa, ropa, control de insectos, etc. Para reducirlo, considera lo siguiente:
1. Lee las etiquetas (o compra verde):
Aunque todos los productos se parecen, podemos ir educándonos poco a poco para hacer compras más responsables. De hecho, desde hace tiempo existen productos orgánicos de limpieza, libres de toxinas. Aún no son muy populares (y por lo tanto siguen siendo más caros) pero sus beneficios son muchos.
2. No mezcles:
Existen químicos que, al mezclarlos, generan vapores tóxicos que pueden causar irritaciones fuertes; por ejemplo, mezclar los limpiadores de amonio con cloro.
3. Cuidado con el cloro:
Los productos clorados desprenden clormina, que en contacto con el agua, en grandes cantidades, o con poca ventilación irritan la mucosa, los ojos y la piel.
Los contaminantes en la oficina: como mínimo pasamos ocho horas del día en nuestra oficina, cuyas condiciones no conocemos del todo. Estas son algunas razones por las que podríamos estar padeciendo alergias, por ejemplo y, según estudios recientes, también son causantes de baja productividad laboral.
1. Pintura vieja:
Muchos de los muebles de oficina fueron pintados con lacas o pinturas solventes que, con el paso del tiempo, se degradan y sueltan sustancias químicas que se adhieren al aire como toluenos, cloroformos, compuestos clorados, entre otros. Lo ideal es que cuando el deterioro de la pintura sea visible, le demos una capa nueva para evitar los tóxicos volátiles.
2. Sistemas de ventilación:
Una gran parte de los contaminantes que respiramos se encuentran en los sistemas de ventilación, en los extractores o cajas de aire acondicionado. Por ello es muy importante que reciban un buen mantenimiento para evitar que se acumule allí una gran cantidad de polvo y ácaros que podrían terminar en nuestras vías respiratorias. Basta con quitarles el polvo y limpiar con algún producto natural no corrosivo (un poco de vinagre, limón y agua hacen en trabajo perfecto).
3. Luz artificial, poca naturaleza:
Es bien sabido que la luz natural deficiente es una causa importante de depresión. Pasar gran tiempo en oficinas con luz artificial y en espacios donde no hay vista al exterior, en donde prácticamente se pierde la noción del tiempo, aumenta el riesgo de deprimirse y volverse inmunodeficiente (y cachar enfermedades más fácil).
Si no tienes luz natural en tu espacio de trabajo trata de salir a caminar aunque sea 10 minutos cada 2 horas para nutrirte con los beneficios del exterior. Es también sabido que las plantas son un lugar óptimo para descanzar la vista, ya que refrescan la mente como pocas otras cosas lo hacen. Hay plantas especiales para la sobra, que puedes elegir aquí.
Aunque muchas veces lo quisiéramos, no se trata de eliminar por completo los microbios, ácaros o que todo esté rechinando de limpio; vale más informarse adecuadamente de los riesgos a la salud por el uso de ciertos productos, y entender que muchos de esos seres etéreos con los que compartimos aire y espacio son necesarios en el ecosistema urbano en el que vivimos. Al fin y al cabo, lo que no nos mata nos ha hecho más fuertes.