Desayunar en Fabia es como escaparse de la ciudad sin realmente irse. Es despertar en Valle de Bravo y oler a Lavanda, con el aire fresco en tu cara y el sabor de un jugo recién exprimido en el paladar. Ubicado en San Ángel, este restaurante que se rige bajo el concepto de cocina de campo promete una experiencia que mezcla lo rústico con lo refinado, lo honesto con lo sofisticado. Un concepto que, en papel, suena casi perfecto y que llevado a la práctica, lo es. Decidí ir una mañana con la intención de probar de todo un poco, de dejar que los ingredientes y la propuesta de Nasheli “Cuqui” Martínez me sorprendieran.

Ubicado en una casona restaurada que mantiene su esencia cálida y acogedora, Fabia es el restaurante de Nasheli Martínez, mejor conocida como “Cuqui”, una chef que ha logrado algo que pocos hacen: crear un menú que se siente honesto, bien pensado y absolutamente delicioso en cada detalle. Aquí no hay pretensiones innecesarias, solo platos que celebran el ingrediente y la buena técnica sin perder lo reconfortante.

Desde que entré, supe que iba a gustarme. La luz natural, la distribución de las mesas, la sensación de estar en un espacio que se siente vivo y que se mezcla perfectamente con la naturaleza. No había ruido ni prisas, solo un ambiente que invita a sentarse, pedir algo para empezar y quedarse un buen rato.

Obviamente, tenía que probar varias cosas.

Arrancamos con la cazuela de hongos con tofu, un platillo profundo, lleno de sabor, con la textura perfecta entre el tofu y los hongos que se funden en cada bocado. Acompañado de un pan de masa madre vegano, que honestamente no tiene nada que envidiarle a los tradicionales, este platillo es una joya para cualquier amante de los sabores intensos y reconfortantes.

Después llegaron las verduras al hashbrown, un plato que demuestra que lo ligero no tiene que ser aburrido. Crujiente en los puntos exactos, con verduras frescas y un equilibrio de texturas que lo hacen perfecto para quienes buscan un desayuno diferente, pero bien ejecutado.

Mi momento favorito quizá fueron los chilaquiles verdes. Y aquí tengo que detenerme. Porque hace mucho no probaba una salsa tan buena. No es fácil encontrar unos chilaquiles que se sientan realmente bien hechos: que los totopos estén en ese punto exacto entre crujiente y suave, que la salsa tenga el balance entre acidez y frescura sin ser empalagosa, que cada bocado te haga querer seguir comiendo. Y estos eran exactamente eso. Podría haber pedido otro plato solo para llevar.

El pan francés fue otro nivel. Y cuando digo otro nivel, me refiero a que no exagero cuando lo describo como que parece estar hecho de nubes. Suave, esponjoso, con ese dulzor sutil que no necesita ser empalagoso para conquistar. Se deshacía en la boca, no es el típico pan francés denso, sino uno que se siente casi etéreo. Fue la estrella absoluta de mi mañana.

Fabia no es solo un restaurante bonito con buena comida, es un lugar que entiende la importancia de la experiencia completa. Desde la selección de ingredientes hasta la manera en que cada plato llega a la mesa, todo se siente pensado con intención. En este espacio, los productos orgánicos, de temporada y adquiridos directamente de pequeños productores locales son los protagonistas indiscutibles. Gracias a colaboraciones clave con aliados como Huerto Roma Verde y Mercado del Cien, el restaurante refleja un firme compromiso con la sostenibilidad y el comercio justo.

Para mí, Fabia ya es mi nuevo restaurante favorito. Y estoy segura de que cada vez que regrese, descubriré un nuevo platillo mejor que el anterior. Si todavía no has ido, de verdad te lo recomiendo. Pero ve con tiempo, pide varias cosas y disfruta sin prisas, porque hay lugares que están hechos para disfrutarse así. Y Fabia es uno de ellos.