Julieta Gil, flâneuse contemporánea y artista multidisciplinaria, nos invita a explorar los ecos del pasado y las sombras de los símbolos en su exposición más reciente en Campeche. Gil se adentra en los “testigos fantasma” de la ciudad de México —esas figuras y estructuras que, aunque imponentes, pasan desapercibidas bajo el vaivén urbano— para develar una nueva faceta de la identidad nacional y la memoria colectiva. En sus obras, Gil juega con los límites entre lo visible y lo oculto, entre la ficción y la historia, haciendo de su trabajo un archivo vibrante que apunta tanto al pasado como al futuro. Con piezas que exploran el lado desconocido de figuras icónicas y la persistente belleza de la naturaleza, Gil nos invita a repensar nuestra relación con los monumentos y las marcas que ellos, y nosotros, dejamos en el espacio público.
Platicamos con ella durante la apertura de su exposición, ¿Quién mira a los que miran?, sobre su práctica artística, la influencia que tiene la ciudad sobre su vida y obra y la memoria cultural.
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En tu práctica artística, has mencionado que la ciudad te inspira como una flâneuse contemporánea. ¿Qué significa para ti caminar la ciudad y cómo influye en tu percepción de los “testigos fantasma” que se esconden en el paisaje urbano?
Caminar o deambular es una forma de estar presente en mi entorno. El estar presente me permite observar mis alrededores, despertar curiosidades e indagar en ellas. Pienso mucho en estas figuras estáticas que casi no cambian con el paso del tiempo pero que siempre están ahí, viéndonos y viendo el caos pasar.
Exploras la disonancia entre lo visible y lo oculto en monumentos emblemáticos, como el Palacio de Bellas Artes. ¿Qué te llevó a investigar específicamente “el detrás” de estas figuras simbólicas? ¿Qué simboliza para ti esa “otra cara” de los mitos nacionales?
A partir de un proyecto que realicé en el 2016 para el FONCA, gestioné un permiso para visitar y documentar distintas áreas del Palacio de Bellas Artes incluyendo la azotea. Recuerdo que me fascinó haber podido ver eso. Al final esa parte de la investigación no formó parte de mi proyecto del FONCA sin embargo, quedó la imagen guardada. En el 2023 decidí regresar a visitar mi archivo para verlo con una nueva mirada, y fue entonces que empecé a pensar en “el detrás”. Este año fui invitada a realizar un proyecto en el Museo del Palacio de Bellas Artes, y fue lo que me permitió aterrizar esta idea. Una de las obras expuestas fue un video que proponía una mirada a la arquitectura del Palacio de Bellas Artes desde la ficción y desde las vistas traseras, exponiendo las arquitecturas que pocas veces vemos como público. A partir de procesos de registro y reconstrucción digital, se mostraron visuales que recrean de manera abstracta las vistas de los balcones, las azoteas, las estatuas que se esconden en las partes altas, y vistas traseras de la fachada del Palacio de Bellas Artes.
Esa otra cara es más abstracta, menos figurativa, dejando mucho a la imaginación. Muestra aspectos frágiles en las estructuras que sostienen las figuras monumentales de la fachada. Es una invitación a pensar en los mitos nacionales desde otra perspectiva.
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Tu pieza en aluminio con hojas de palmera captura una tensión entre la naturaleza y la industrialización, recordando el cambio climático y su impacto en símbolos urbanos. ¿Por qué decidiste rendir homenaje a las palmeras y qué quisiste comunicar con el “collar monumental”?
Desde hace unos años empecé a ver las palmeras muertas en la ciudad. Cada vez fui viendo más hasta que este año me obsesioné y me dí cuenta que ya había más palmeras muertas que vivas. Me llamó mucho la atención cómo el paisaje urbano está cambiando y me pareció importante pensar en una forma de hacer un archivo de ese cambio. Empecé a hacer registros en 3D de las palmeras muertas y después empecé a recolectar las palmas. “Un collar monumental” fue el resultado de ese ejercicio. Es una especie de fósil o huella de una hoja de palma imaginada como un enorme collar.
“Memory Palace” juega con la noción de un espacio de memorias personales en contraste con la memoria histórica colectiva. ¿Cómo crees que los recuerdos individuales y los colectivos pueden coexistir o entrar en conflicto en tu trabajo?
Esta exposición es justo un intento de reunir obras que hablan de distintos tipos de memoria, tanto personal como colectiva y permitirlas coexistir en un mismo espacio. Para mi es muy cercano el trabajo como para poder decir como entran en conflicto pero me encantará escuchar diferentes opiniones al respecto. Pero si creo que lo personal puede ser colectivo y viceversa.
El uso de palmeras no endémicas es simbólico del modernismo en la Ciudad de México. ¿Qué otros elementos del paisaje urbano consideras que simbolizan esta dualidad de progreso y decadencia en tu trabajo?
Me encanta leer notas en el periódico sobre el deterioro y la restauración de estatuas y monumentos. Creo que son muy reveladoras en cuanto a la forma de describir el daño y las decisiones y soluciones para preservar o restaurar.
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En tu obra “Los hombres ilustres”, reimaginaste monumentos icónicos de Reforma a través del modelado 3D. ¿Cómo eliges los monumentos que intervienes y qué buscas transformar al llevarlos a lo digital?
Los elijo dependiendo de mis intereses de cada momento. Cuando hice el video de los “hombres ilustres” me llamaba la atención que una avenida como Reforma conmemorara únicamente a 77 hombres y ni una sola mujer en la historia de México. En el video, aparte de mostrarlos, les dirijo un texto que trata de querer entenderlos y entender su simbolismo y lenguaje visual. Curiosamente unos meses después de hacer esta obra comenzaron a erigir las estatuas de mujeres para llamar una franja de Reforma el “Paseo de las heroínas” Para mi, llevarlos al plano digital me permite traerlos al presente, al ahora, y desde ahí poder indagar en preguntas que van más allá del proyecto de identidad de la nación.
Utilizas el escaneo fotogramétrico para crear modelos 3D de figuras históricas. ¿Cómo ves la relación entre la tecnología y la historia en tu trabajo? ¿Es la digitalización una forma de inmortalizar o de distorsionar la realidad?
Si. Pienso que lo digital me permite deconstruir el presente y el pasado en una serie de puntos de datos o píxeles infinitamente reconfigurables, en donde todo puede existir en un plano virtual y en donde el tiempo deja de importar. Es precisamente en lo inquietante de este plano donde reside la política de los medios digitales, ya que es desde este lugar que se puede interrogar el pasado y escribir una nueva historia.
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Al construir tu “archivo para el futuro”, ¿cómo crees que tu obra dialogará con las generaciones futuras? ¿Qué rol esperas que juegue en la conservación y reinterpretación de la memoria cultural?
Me interesa indagar en ¿cómo se puede construir un archivo que apunte al futuro? y mi obra es un ejercicio que intenta contestar esa pregunta desde los hechos pero también desde el error. Espero que esto permita entender el archivo desde un lugar más abierto a la imaginación. Creo que necesitamos hacer archivos que existan desde la periferia de lo oficial, que se cuenten desde otra perspectiva y con otros materiales. La memoria la construimos todes. Importa mucho qué es lo que queremos que se recuerde y cómo lo queremos hacer.
En tu proyecto “Nuestra Victoria”, interviniste digitalmente un monumento feminista. ¿Qué papel juega el activismo en tu trabajo y cómo integras la protesta en el lenguaje visual de tu obra?
Este proyecto realmente tiene muy poca intervención mía, es un archivo 3D que funciona como un registro bastante apegado a la realidad de cómo fue intervenido el monumento de la Victoria Alada tras protestas en contra de los feminicidios y la violencia hacia la mujer. En este caso, para mi, la acción o el activismo fue hacer un registro y hacer accesible una imagen que estaba siendo censurada, ya que el monumento fue bardeado horas después de su intervención y nadie lo podía ver.
Creo que la protesta es otra manera de caminar la ciudad, de estar presente y de hacer memoria. Cuando participo en protestas hago registros de intervenciones al espacio público. No necesariamente las termino integrando a mi obra, sin embargo me inspiran mucho y me echan a pensar.
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Has trabajado en instituciones internacionales, como el Nevada Museum of Art y el Museo Tamayo. ¿Cómo se percibe tu interpretación de los símbolos nacionales en otros contextos culturales? ¿Reciben tu obra de manera distinta fuera de México?
El tema de los símbolos ha estado presente en la construcción de la identidad de muchas naciones. Muchas ciudades tienen monumentos así como historias de tensión con ellos durante protestas en el espacio público. Creo que aunque mi investigación se enfoque en México, el tema de los símbolos, la memoria y espacio público es bastante universal y hace que mi obra entre en diálogo con la historia de otros lugares.
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La obra de Julieta Gil es un archivo en constante evolución, un espacio en el que la memoria personal y colectiva se entrelazan y, a veces, entran en conflicto. Desde los balcones ocultos del Palacio de Bellas Artes hasta un “collar” monumental hecho de palmas fosilizadas, cada pieza de Gil plantea una pregunta: ¿qué elegimos preservar y cómo lo reinterpretamos para las generaciones futuras? Su exploración de los símbolos nacionales no es solo un ejercicio de documentación; es una propuesta para un archivo alternativo que recoge los matices de la historia y desafía las narrativas oficiales.
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