En la calle más bonita de la Cuauhtémoc, un rincón de marcos azules y azulejos rojos brinca a la vista de cualquiera que pase por ahí. Poga Cafelicatessen acaba de abrir hace dos meses y ya se posiciona como una de las mejores cafeterías para pasar no una, sino dos o tres horas. La inspiración fue la ciudad de Nueva York, algo si bien común en algunos delis de la CDMX, en Poga lo que llama la atención es el menú con un giro arraigado en la cultura judía.
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Diego, el dueño que no falta ni un día a su cafetería, cuenta que desde pequeño le interesó la cocina y ya tenía la intención de poner algo. Antes de abrir Poga (una fusión de su apellido junto con el de su esposa), él trabajaba en el sector financiero “construyendo edificios”, con el estrés a tope y las jornadas laborales casi siempre saturadas de juntas. Quería desprenderse de todo eso y entonces, encontró su pasión en un café.
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Un día, caminando con su esposa por las calles de Nueva York, se metió a una cafetería peculiar para refugiarse de la lluvia; era calientita, amable, con comida rica: ahí descubrió que en nuestra ciudad no había nada así. “Lo más difícil para mí fue aventarme a hacerlo”, nos contó. Ya con Poga instalado en Río Hudson, la intención de Diego es hacer comunidad: “Quiero que los vecinos sepan que aquí tienen un lugar en el que pueden pasar tres o cuatro horas, trabajando o leyendo o platicando”.
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Lo mejor que hay en Poga son tres cosas: el café (de especialidad, de una marca llamada Estelar), el sándwich de pastrami (o, simplemente, el pastrami curado ahí mismo) y el hot dog de salchicha de res (en su defecto, el vegetariano de zanahoria con especias) con pan de papa. Sin embargo, el menú es lo suficientemente vasto como para encontrar matchas, lattes, huevos hechos con diferentes estilos y hasta bagels de salmón. La idea es que cualquiera pueda desayunar o comer ahí. Eso sí, cierran temprano por lo que la cena tendrá que ser en otro lugar.
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Poga es un lugar donde el arte de la hospitalidad importa demasiado: “Nosotros le llamamos Cafelicatessen porque es una combinación de cafetería y delicatessen, un concepto nuevo no solo en la ciudad sino en México”. No es tan grande, ni tienen demasiadas mesas, apenas alcanzan la docena para no descuidar la atención a cada cliente que llega. El servicio, cabe la mención, es excelente.
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La cocina, no podría ser de otra manera, es abierta para que todos los comensales puedan ver desde la preparación de un espresso, hasta el emplatado de cualquier plato fuerte. Como cualquier cafetería, venden panadería: desde panes de temporada, como el pan de muerto, hasta galletas tipo polvorón de vainilla o chocolate. Las opciones, aunque limitadas, son perfectas para que no te pierdas entre cuartillas y cuartillas de menú.
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Quizá uno de los aprendizajes más grandes que Poga Cafelicatessen le ha dejado a Diego es que cada cliente tiene una historia que contar y algo que aportar. Gracias a este lugar ha conocido a quien fue la editora de Gabriel García Márquez, a una española que le reclamó por qué los precios eran así de caros (que, siendo justos, hay lugares todavía más elevados con una propuesta parecida), y a un sinfín de vecinos que no pasan sin saludarlo. Todo sin invertir en marketing digital. “Es muy conmovedor saber que estoy haciendo las cosas bien, que llaman la atención, que vale la pena”, confiesa Diego.
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Poga Cafelicatessen llega a la ciudad para revolucionar todo lo que creíamos de cafeterías y hospitalidad.
Lunes a viernes | 7:30 am – 8:00 pm
Sábado y domingo | 8:00 am – 4:00 pm