Los Chilotes
8 de octubre 2019
Por: Andrea Cinta

Los Chilotes en la Tabacalera, todos los días un menú dedicado a una parte de México

En Los Chilotes un día hay corundas de plátano de Michoacán y otro mole de pomarrosa de Chalma. El menú del día siempre es muy rico y a un gran precio.

La cocina, como la pintura, es una actividad llena de magia. Así lo asegura doña Maru, fundadora de Los Chilotes, un restaurante minúsculo ubicado en la Tabacalera en el que cocina delicias provenientes de todo México. Los estados que más inspiran el lugar son Oaxaca, Puebla e Hidalgo. Lo mejor: el menú del día es muy barato y si pasas a comer un viernes, te toca de postre una onza de mezcal.

Desde hace cinco años, Doña Maru comenzó con el proyecto de Los Chilotes, aunque antes de la gastronomía se dedicaba a la pintura. En la cocina encontró una forma análoga de creación: le gusta llenar de colores la comida del restaurante, aromar los platillos con las plantas de su jardín personal. Al principio, las recetas las tomaba de unos libros de cocina del Conaculta, pero ahora, cada fin de semana (que el restaurante está cerrado) viaja a un pueblo de México para descubrir más delicias.

Qué encuentras en Los Chilotes

Doña Maru presume que las corundas de plátano –tamales típicos de Michoacán– atraen a todos sus clientes, y nos contó uno de los secretos de su preparación: para que se cuezan bien, se colocan un par de hojas de maguey en las orejas de la cazuela y así las corundas no escuchan “los chismes de la cocina”. Este tipo de encanto lo tienen otros platillos como los chiles en nogada, las tlayudas y el cerdo en salsa del Mezquital.

Otro guiso llamó mi atención: el mole de pomarrosa, una fruta semejante a la guayaba pero más fresca y con mucho aroma, que Doña Maru probó en Chalma y al instante se decidió a cocinarla en una salsa. La pomarrosa la encuentras en Los Chilotes cuando el menú está dedicado al Estado de México.

Este pequeño restaurante, a unas cuadras del Monumento a la Revolución, es un espacio acogedor. Ahí uno conoce gente cálida y disfruta de comida deliciosa a un gran precio: un abanico de estímulos para escapar del vértigo de la ciudad.

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