kinder
26 de noviembre 2019
Por: Andrea Cinta

Sobre los rótulos de kinder, un pedazo muy particular de la gráfica de esta ciudad

Definitivamente menos que antes, pero los rótulos de kinder, hechos a mano, todavía están en la ciudad. Los de las escuelas nos cuentan algunas cosas.

Todas las colonias han tenido un kinder que los niños querían que fuera el suyo por su fachada grandiosa. En la Santa Julia, por decir algo, estaba el Pinocho, una escuela preescolar que era como un castillo, y su fachada estaba completamente pintada con monos que todavía reconoceríamos. Ese ya no existe y tampoco muchos más, pero todavía hay uno que otro que pinta el paisaje urbano y habla de un pedazo muy particular de la gráfica de esta ciudad: el rótulo de kinder.

El muro es una plataforma pública muy abierta, y el rótulo es el medio que los negocios encontraron, desde principios de siglo, para publicitarse. En el caso de las escuelas, la intención es quizás clara: el dueño de un kinder quiere proyectar que entiende y cuida a los niños, y que los rótulos les serán atractivos. Algunas veces, la mayoría, a causa de la espontaneidad del rotulismo y la imaginación insospechada de los dueños o directores, los monos acaban siendo involuntariamente deformes (¿será?), monstruosos un poquito, con mezclas gráficas raras. Que los hacen mejores. Ahí estará el anzuelo…

Los rotulistas hacen cosas imposibles, degradados hermosos, trazos limpios que cultivan porque perfeccionan su técnica y honran la herencia del oficio… pero en los rótulos de kinder, Mickey Mouse y Abelardo parecen siempre raros (y de pronto pasa lo de la botarga que termina asustando niños, o el niño cumpleañero que lloró porque no quería romper su piñata). Pero es eso, entre otras cosas; ese manejo de la segunda dimensión, y sus soluciones a los problemas de perspectiva, que hacen que queramos tanto el rotulismo con pincel. Que permanecerá por unas épocas más.

Como sea, para los niños, estas fachadas son un portal bien sencillo hacia la fantasía. Todavía en los años ochenta estaban otros muros que no eran en escuelas pero sí en edificios memorables, y que se fijaron en el imaginario colectivo más primitivo (el de los niños, pues). Que se recuerdan por antigüedad, como la fábrica de la Pascual y Lulú, yendo a Lindavista, o su centro de distribución gigante atrás de metro Chabacano, que estaba lleno de los Patos Donald, monos muy familiares, con los que comenzó su publicidad esta marca.

El rótulo a mano ha sido poco a poco desbancado por otros medios de publicidad. Pero definitivamente sigue teniendo su lugar importante en la gráfica urbana. Además, es muy interesante ver cómo algo de esta estética se trasladó a las mantas impresas u otras publicidades en medios digitales. Las nuevas generaciones del oficio se mueven entre los los trabajos de rótulo hecho a mano y el photoshop, llevando a saltos esta estética que nos hizo. Saltos imprevisibles (que, por qué no, hasta hace eco en los memes mexicanos).

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