27 de marzo 2019
Por: Andrea Cinta

Las sillas (modernistas y hermosas) del arquitecto Armando Franco en Clásicos Mexicanos

Hace 64 años, Armando Franco, arquitecto modernista, guardó unos planos para mobiliario junto a una historia de la que nadie volvió a hablar hasta hoy.

Hubo un verdadero personaje del modernismo mexicano que vivió entre nosotros; se llama Armando Franco, y tiene un legado de piezas maravillosas e historias inverosímiles que estuvieron cerca de diluirse en el tiempo. Eso hasta que algunas coincidencias y una búsqueda paciente llevaron los diseños del arquitecto a Clásicos Mexicanos, y en el 2019 una exposición de la galería llevó su nombre.

Mónica Landa y Aldo Solano están al frente del proyecto que rescata mobiliario del diseño moderno nacional fabricando facsímiles: ejemplares recientes y casi idénticos a los originales (construidos con autorización de los diseñadores). Cuando buscaban recuperar el diseño de una pieza de Teodoro González de León, dieron con una entrevista vieja en la que el arquitecto contaba la historia de una silla en su escritorio. La había fabricado junto a Armando Franco, decía. Y así es como el nombre quedó sobre la mesa.

Cuando llamaron a la casa del arquitecto él mismo contestó el teléfono. Los citó en el Sanborns de Villa Olímpica indicándoles que sería el viejito de la boina. Habló de su amistad con varios arquitectos, nombres tan sonados de ese tiempo; de sus inicios como grabador y artista; de su trayectoria y su amor por la arquitectura. Receloso, no compartió que tenía una colección entera de planos para mobiliario hasta después de varios meses y otras tantas llamadas.

Las sillas <3

El día en el que por fin los invitó a su casa les mostró la silla de su escritorio: madera en torno, ensambles sin clavos y piel tensada. Una pata casi blanca de sol, prueba de que, como Franco mismo, llevaba imperturbable décadas frente a la misma ventana. Esta es la única silla original que se conserva y hoy tiene su lugar de honor al inicio de la exposición en la galería. El resto son facsímiles cuidadosos, cada uno fabricado por Clásicos Mexicanos con base en los planos del arquitecto, con la gran suerte de que su presencia hizo que las dudas sobre los detalles se despejaran rápido y los muebles quedaran tal como el los imaginó en aquellos años.

La colección, llamada COFRAN, fue diseñada en 1955 para ser producida y expuesta en los talleres de la Escuela de Diseño y Artesanías en la Ciudadela. Las piezas que la conforman sólo fueron fabricadas una vez y representaron un fracaso comercial; el mercado interesado en comprar diseño nacional era pequeño, así que Armando Franco guardó sus planos en carpetas y los dejó descansar 64 años.

Los muebles, en especial las sillas, son maravillosos. Cada pieza se desdobla para funcionar en varios modelos y a lo largo de la colección queda clara la intención de hacer piezas únicas pero funcionales para diferentes muebles. El tamaño cambia pero el tipo de ensamble es el mismo, y la estructura funciona como un bastidor para las piezas de piel que se sujetan, como bastidores a la madera, con pequeñas correas. A diferencia de sus contemporáneos, Armando Franco trabajaba con materiales y técnicas locales pero su inspiración no provenía de lo vernáculo mexicano, sino del diseño internacional moderno.


Armando Franco es todo un descubrimiento. Su historia, como la de sus contemporáneos, es esencial para la arquitectura moderna mexicana y fue largamente ignorada. De su anecdotario fantástico e inverosímil destacan el diseño de los planos de la casa Catán junto a Teodoro González de León, sus inicios como asistente de dibujo de Carlos Alvarado Lang cuando tenía 15 años; la época en la que fue alumno de Mario Pani y José Villagrán; su colaboración con González de León y Zabludovsky en La Unidad Habitacional La Patera. O –la que es tal vez más increíble– su participación en el plan maestro de Ciudad Universitaria.

Los planos de Ciudad Universitaria

Enojados al no ser tomados en cuenta por la junta directiva que proyectaría CU, los estudiantes organizaron sus propios planos. Franco y González de León presentaron una opción que resultó mejor que el primer borrador oficial: un trazado con Insurgentes al centro y grandes áreas peatonales. Casi el mismo que conocemos hasta el día de hoy.

Foto: Kovi Konowiecki

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