El Parque Xicoténcatl es un jardín silencioso en las calles de Coyoacán. Para el caminante casual, el parque puede parecer el jardín de una casa, pero lo delata una pequeña lona con los horarios del parque y la leyenda Recoge los desechos de tus mascotas. Está a unos metros del Museo de las Intervenciones y lo rodea una enorme pared blanca que lo oculta. Más allá del silencio casi absoluto, su atractivo principal, al menos para los vecinos, es que es uno de los pocos parques en Coyoacán que aún admite mascotas. Pero con perro o sin él, caminar por ahí es una especie de privilegio. Aunque está a un lado de la avenida Río Churubusco, hay una tranquilidad hipnotizante que invita a quedarse.
Para la primera mitad del siglo XX, el terreno que hoy ocupa el Parque Xicoténcatl era un sembradío con varias milpas y un arenal de donde extraían material para construcción. Ya en 1940 un tal Eduardo Reguera compró el terreno para construir un jardín con fuentes y bancas de talavera que aún se conservan, pero poco a poco lo fue dejando en el olvido. Años después, la zona se convirtió en el hogar de “paracaidistas” que lo dejaron en muy mal estado y los vecinos le llamaron “el pueblo negro”.
En 1965, cuando Coyoacán comenzó a crecer y la avenida División del Norte se convirtió en una vía importante de la ciudad, el Gobierno Federal expropió “el pueblo negro” y reubicó a los paracaidistas en Santa Cruz Meyehualco. Cuando comenzaron su trabajo, los encargados de rescatar el espacio se dieron cuenta de que sólo había que limpiar los prados y restaurar las piezas de talavera en las fuentes y bancas para que fuera un parque excepcional.
El Monumento al Mestizaje
Al igual que Coyoacán, el Parque Xicoténcatl es un testimonio de la conquista. En primer lugar, lleva el nombre del poderoso guerrero tlaxcalteca que, después de una fatal derrota, se unió al ejército que Cortés dirigió en contra de Tenochtitlán. Por otro lado, es el “escondite” del Monumento al Mestizaje que en 1981 creó Julián Martínez e instalaron en el centro de Coyoacán, muy cerca del Ayuntamiento ––que también fue la casa donde vivió Hernán Cortés.
Más que un homenaje a la raza mestiza, los vecinos creyeron que la estatua era una burla al sufrimiento del imperio mexica, porque originalmente tenía tres estatuas principales: Malinche, Cortés (inspirada en la figura del actor Germán Robles, “el Drácula mexicano”) y Martín, el hijo de ambos, que representaba el nacimiento de una nueva nación. El descontento fue tan grande que una noche alguien robó la estatua de Martín, con lo que la escultura tomó un significado muy diferente.
En 1983 y con la excusa de darle mantenimiento, el presidente Miguel de la Madrid ordenó quitar la estatua de su lugar –sin ningún tipo de ceremonia de por medio– y ponerla en el parque Xicoténcatl. Quizá la nueva ubicación le vino mejor al monumento, todavía mutilado pero silencioso. En medio de un parque con bancas y jardineras que parecen detenidas en el tiempo, da la impresión que la estatua siempre ha estado ahí y hay que querer a nuestras estatuas.
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