En la Roma Sur, al mercado Melchor Ocampo todos le dicen Medellín. El letrero grande en la entrada ya dice lo mismo también. Está sobre la calle homónima que nada tiene que ver con la ciudad colombiana; Medellín es un pueblo chiquitito en Veracruz al que un nostálgico Hernán Cortés nombró para acordarse de su Medellín de Extremadura. Luego, alguien más le puso así a la calle –que es de las pocas en la Roma con nombre de ciudad y no de estado– y en uno de los accidentes azarosos que definen a esta ciudad inexplicable, el mercado Medellín acabó teniendo más de un puesto de productos colombianos.
En total son cinco puestos, quizá seis, y no solo venden de Colombia, sino de varios lugares de Sudamérica. “La China” es uno de los más vistosos, con cajitas de café cubano y colombiano apiladas en un orden que alcanza el techo. Hay lulo, ñame, tomate de árbol, camote y yuca. Tienen café Juan Valdéz y Águila Roja de Colombia, Bustelo y La Llave de Cuba. De los dulces hay muchísimos, desde los tarritos de arequipe al polvo Milo, la versión sudamericana del Chocomilk.
También tienen masa de maíz para hacer arepas (y arepas ya preparadas) o hayacas venezolanas: masa rellena con carne, aceitunas, uvas pasas, alcaparras, pimentón y cebolla. Están envueltas para llevar, al lado de las Inca Kola y debajo de un pequeño lugar dedicado al ron Cubano y al aguardiente de Venezuela. Del techo cuelgan banderas y algunos de los compradores hablan con acentos cantaditos de otros lados. La mayoría de los dependientes son mexicanos.
En realidad, al Mercado Medellín llegó América del Sur por una casualidad no intencionada. Antes, la zona era judía y libanesa, y eran ellos los encargados de colocar sus productos y regentear el mercado. Después del terremoto del 85, las familias dejaron la zona y el mercado quedó abandonado un rato. Cuando los puestos de verduras y frutas llenaron otra vez los pasillos, por ahí de los noventas, alguien llegó preguntando por la yuca. Al dueño se le ocurrió comprarla en su próxima visita a la Central de Abastos y de ahí le llegó más clientela pidiendo esto o aquello para acordarse de su patria.
Entre los pasillos del Medellín ahora uno encuentra tubérculos y frutas extrañas, café, dulces y refrescos. Hay un lugar maravilloso de helados cubanos y una carnicería anuncia “cortes colombianos”. También hay peras, manzanas y tomates; pero el Mercado Medellín ya tiene fama de atraer a la clientela que busca lo que no se consiguen en cualquier lado.
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