Vista desde un punto de vista ambiental, la época navideña es un desastre para el planeta. La mayoría de los vasos, platos y parafernalia que usamos en las fiestas están hechos de unicel, que, todos sabemos, no es biodegradable. Además de ser un derivado del petróleo —recurso no renovable—, su fabricación es responsable de una gran cantidad de emisiones de gases nocivos para la salud. Por si esto fuera poco, es importante decir que el contacto prolongado de nuestros alimentos con unicel puede contaminarlos con sustancias cancerígenas.
También en esta época aparecen en las redes sociales cientos de tutoriales que promueven el reciclaje de estos productos al convertirlos en otros objetos “útiles”. Pueden ser coronas navideñas hechas con vasos o las perlas que se desprenden al frotar dos bloques de este material podrían funcionar como nieve artificial. Pero hay que ser sinceros, todo eso siempre terminará en la basura causando mucha más contaminación de la que trataba de evitar.
¿Pero hay de verdad una alternativa para frenar esta contaminación? Con todos los desechos de las fiestas y los enormes bloques de poliestireno expandido que envuelven reglaos, parece imposible que este material sea 100 % reciclable, y de hecho lo era hasta hace un par de años.
En 2014 un grupo de estudiantes de Ingeniería de la UNAM encabezado por Hector Ortiz creó una máquina para reciclar unicel. Dos años más tarde el proyecto creció y se convirtió en Rennueva, una empresa totalmente mexicana que recolecta residuos hechos con este material y los convierte en productos completamente nuevos (puede ser una pluma, un marco para fotografías o una regla). Gracias a Rennueva, el vaso que alguien usó en una fiesta o el empaque de un nuevo televisor puede convertirse en un artículo cuya fabricación reducirá los efectos efectos del carbono en la atmósfera hasta en un 90 %.
Para ayudar a que esta iniciativa crezca y siga generando consciencia entre la gente, los capitalinos pueden llevar sus residuos de unicel al centro de acopio de Rennueva.
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