En Ciudad Universitaria está el MUCA, y en el MUCA está una montaña. Los 1900 metros cuadrados que componen el espacio están llenos hasta el tope de esa prominencia: una estructura altísima y ancha con pie, ladera y cima. La montaña invisible, se llama, y aunque uno no la ve, la escucha; podríamos decir que hasta la siente.
A La montaña invisible uno sólo puede adivinarla. La exposición que la contiene es “una instalación sonora que tiene como objetivo la tarea utópica de producir el cuerpo fantasma de una cumbre mítica”, como indican las primeras líneas del texto de sala. Ese monte invisible –construido sofisticadamente con grabaciones análogas, bocinas, micrófonos, murmullos y rebotes– inició como un proyecto de la curadora Ixel Rión.
Hace un año y medio Ixel Rión buscaba una manera fresca de acercarse al arte contemporáneo. La propuesta era encontrar una intersección entre el arte sonoro y el cine; ahí se unieron a la ecuación los artistas Nicolás Becker y Ben Russell. Ben Russell llevaba un rato trabajando en una película sobre el finlandés Tuomo Tuovinen, caminante que emprende un viaje en busca de una montaña flotante ficiticia.
A partir del material de Rusell sobre esa experiencia, y una inmensa biblioteca sonora recopilada a través de los años por Nicolás Becker, inició la construcción de La montaña invisible. Además, al proyecto se sumaron los compositores Juan Sebastián Lach, quien interpretó en sonidos las gráficas del movimiento de 10 años del volcán Popocatépetl y Leonardo Heiblum, que hizo lo mismo con las gráficas de un encefalograma de Tuomo Tuovinen, el caminante finlandés.
El recorrido hasta la cima
Como todas las montañas, el recorrido de esta instalación también comienza al pie del montículo. La trayectoria fue trazada cuidadosamente por los artistas por medio de algunas bocinas que delimitan el perímetro y otras que sugieren volúmenes y pasos. También hay espejos acústicos –grandes placas de cemento– que rebotan el sonido hasta el otro extremo de la galería y lo reparten en el espacio; en un momento, una de esas ondas rebotó en la pared que tenía más cerca, fue tan fuerte que las vibraciones parecían caer sobre el muro como la lluvia.
Mucha de la inspiración detrás de esta exposición es la novela de René Daumal, El Monte Análogo –las únicas palabras que se escuchan en el recorrido son un fragmento del libro. En él, un hombre convoca a la misión de subir una mítica montaña que nadie ha visto nunca pues es imposible subirla de manera recta: para llegar a la cima hay que caminar rodeándola, siempre en espiral.
Como en el Monte Análogo, pareciera que la cima de La montaña invisible es inalcanzable, sin embargo, después de recorrer el perímetro del MUCA, uno llega al centro de la exposición. Ahí el sonido pareciera ser más claro (más limpio) y uno siente algo parecido a la brisa de un lugar muy alto. Justo en ese punto, cuenta Ixel, hay un momento de la grabación en el que se escucha un trueno. El sonido se concentra y todo alrededor tiembla, vibra y cimbra. Tal como en la cima de cualquier montaña.
La montaña invisible estará en el MUCA hasta el 9 de noviembre y recomendamos mucho visitarla. Pocas experiencias prometen un viaje tan radiante.
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