Picnic en tu tapete: el nuevo placer campestre sin tener que salir de tu sala
Son momentos ahorita en que no importa entender la forma de la vida; importa acomodar las más pequeñas partes para darles una forma. Importa jugar con esa forma. Por ejemplo, ¿un picnic en una sala sigue siendo un picnic? ¿Qué tanto salir de excursión o estar a la sombra de los árboles importa?
Pedimos una canasta hace poquito para hacer el experimento del tapete, la música, la ventana abierta y la “comida campestre” a la sombra de un techo en San Pedro de los Pinos. El cambio de contexto, podemos decir, sí afecta el resultado, pero el resultado es un nuevo placer, digno de los más puros hedonistas confinados.
La canasta que llegó es de las que prepara Lupita Tirado, wedding planner, de la mano de Alberto Verdeja, winemaker de Bodegas Domecq, y quedó claro que los dos son unos “profesionales del picnic” (si eso fuera un título), porque entienden las delicias de tomar las cosas con las manos y combinar tipos o texturas de quesos con tragos de vino que saben al aire libre de los valles de Ensenada. Y, lo mejor, entienden bien que, si estás haciendo el picnic bajo techo, cada elemento cuenta.
Llegaron también unas flores.
El vino que escogió Verdeja fue un Reserva Real, que tiene justo esa expresión del clima y de la tierra que completan una experiencia de “comida campestre”. Un vino que dura muchas horas de conversación (hay otros que se van sin decir nada) y que alarga también el sabor de los quesos y los bocados chiquitos.