Hablar de bebidas es hablar de nosotros, porque forma parte del acontecer de todos los días. Si de bebidas mexicanas se trata, ya no solo hablamos de nuestros gustos, sino de nuestra historia. Antes de que el fondo monetario internacional obligara a México a aceptar empresas extranjeras para saldar su deuda, era de lo más común encontrar en las tienditas refrescos hechos por empresas mexicanas. Claro que ya existía la coca cola –desde 1927- pero no se había propagado tanto como en el siglo XXI, así que antes de “abrir fronteras” los estantes de las tiendas estaban repletos de Chaparritas, Yoli, Sidral Mundet, Jarritos, Tonicol, Boing, Manzanita deliciosa, agua mineral Coyame y Topo Chico.
Muchas de estas bebidas están presentes en el imaginario colectivo, sobre todo en el de las personas arriba de los 30 años. Algunas desaparecieron y otras han renovado su imagen, como la pequeña Lulú que ahora viste una chaqueta moderna y un peinado más relajado, o el pato Pascual Boing que se fue para dejar paso a las frutas con ojos y boca de la nueva imagen de la marca. Las que sobreviven se buscan con pasión de coleccionista, como los Jarritos o las Yolis con las que recordamos los viajes a Tepoztlán y Acapulco, o nos emociona encontrar en el menú de bebidas de los tacos. En todas estas bebidas, en cada sorbo, hay sin duda un pequeño dejo de nostalgia.
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