A un costado del caudal de autos de Periférico Norte, a la altura de Polanco, se esconde a plena vista el Sir Winston Churchill’s. El conductor apenas puede verlo pero su arquitectura es tan disímil del resto del paisaje que es difícil ignorarlo: es una casa estilo Tudor rodeada por un muro de enredadera y decorado por exactamente tres Union Jacks.
La casa del Churchill’s no siempre se vio rodeada de vías rápidas y segundos pisos. En 1935, sobre la entonces llamada Avenida del Castillo, comenzó la construcción de esta mansión inglesa dentro de lo que sería “Chapultepec Heights”, la zona más exclusiva de la ciudad. Pensada para ser la primera “ciudad jardín” de México, la colonia se planeó como un vecindario que replicara el country side inglés, con sus casas rodeadas de enormes pedazos de verde y jardines “silvestres” bien cuidados. Poco después el idealismo al extranjero se salió de la manos y la zona llegó a tener casas tipo American Cottage o Spanish Colonial Revival, incluso casas al más puro estilo Beverly Hills.
Sobra decir que ahora las grandes casas se han convertido en edificios de oficinas y sus jardines en estacionamientos. “Chapultepec Heights” es las Lomas de Chapultepec, la Avenida del Castillo el Periférico Norte y la casa, propiedad de Cayetano Blanco, es el restaurante Sir Winston Churchill’s. ¿Y quién dijo que la comida inglesa era aburrida o insípida? Hay menos de un puñado de restaurantes en la Ciudad de México tan suculentos, elegantes y genuinos como el Churchill’s.
Hay que probar el filete Wellington y el prime rib de roast Beef, servido con un Yorkshire pudding, espinacas a la crema y papas rostizadas, el más reconfortante “sunday roast” que tiene nuestra ciudad. El roast beef, además, lo rebanan en la mesa.
Desde luego también está el carrito de postres para acompañar con té. Perfectamente acomodados y con aspecto delicioso, se forman el cheesecake de blueberry, el trifle de jeréz, el kafka de chocolate, la tarta de trufas, los tazones de fresas y frambuesas. Aquí todo sabe a lo que imaginamos en una novela de Dickens o de Arthur Conan Doyle.
El objetivo es que el Churchill’s se asemeje a un club londinense, de esos donde la gente (los hombres, a decir verdad) llega a discurrir, comer, leer el periódico, fumar un puro, beber y ver la chimenea.
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