A veces uno quiere una copa de vino para sacudirse un día difícil. También, a veces, uno quiere un rosado o tinto a las 5 de la tarde, sin mayor formalidad ni protocolo. De ese carácter desenfadado y delicioso es Bottega Sartoria, el proyecto más nuevo de Marco Carboni: una barra larga, un local pequeño, vinos italianos y gente feliz que bebe de pie.

Bottega

El concepto es sencillo. Bottega Sartoria es a un tiempo miscelánea de productos italianos para llevar a casa y barra de vino por copeo. En los estantes se acumulan pastas, vinagres balsámicos, aceites de oliva, sodas y cervezas. También tienen algunos ingredientes que utilizan en el restaurante Sartoria, como la salsa cacio e pepe, pomodoro o ragú; mermeladas de la casa (naranja con cardamomo, higos, frutos rojos…), varios encurtidos de verduras y una amplia selección de vinos. Y aunque comprar en Bottega garantiza un buen producto, el encanto principal está en visitar la barra amplia sobre la que sirven –según la hora– café o vino.

Bottega

Por las mañanas ponen pequeños bancos para sentarse, pedir café, una tabla de quesos, algo dulce para picar o uno de los sándwiches de foccacia (hay de jamón york artesanal con mortadela y encurtidos, proscciuto di parma añejado 24 meses o mozzarella con berenjena tatemada, por ejemplo). Desde las 12 uno puede pedir una copa de vino para acompañar.

A partir de las 6 los bancos se guardan, los pastelitos desaparecen y Bottega se convierte en un minúsculo y delicioso bar de vino por copeo. La selección cambia un poco cada semana para siempre ofrecer algo fresco; Marco procura tener oferta para varios paladares y bolsillos y entre las opciones siempre habrá un par de espumosos, tres o cuatro blancos y tintos, uno naranja y uno de postre. Todos italianos, todos entre los $120 y $300 la copa.

Bottega

Bottega

Además, en la noche hay platitos para picar: bruschettas de pomodoro y anchoas, higos frescos con aceite balsámico, burrata hecha a mano o el famoso gnocco frito con mortadella del Sartoria. También quesos, charcutería, conservas y un par de postres para algún curioso con antojo de un tiramisú.

En Bottega los comensales se dividen entre conocedores del vino que llegan a descubrir otros sabores y entusiastas recientes que prefieren probar una copa antes de comprar toda la botella. Lugar hay para todos. Y la intención de esa pequeña barra es ser un sitio en donde el vino se tome sin formalidades ni protocolos, de pie, lado a lado, entremezclando pláticas y música con el tintinear de cubiertos y copas.

Bottega

Bottega Sartoria abrió hace poquito más de un mes y los fines de semana la barra ya está repleta. Por respeto al espíritu tranquilo no toman reservaciones, así que uno puede ir a probar suerte o llegar más temprano, cuando apenas comienza la noche, para ver atardecer probando vinos.

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