Inspiración Verde es una serie de artículos desarrollados por Local.mx para mostrar los proyectos medioambientales más relevantes. En colaboración con la iniciativa Perpetual Planet de Rolex, nuestro objetivo es generar conciencia, inspirar a nuevas generaciones e impulsar todas las buenas ideas que mejoran la vida en la Madre Tierra. Rolex está apoyando a organizaciones e individuos inspiradores en una misión para hacer al planeta perpetuo. #PerpetualPlanet. Para más información visita rolex.org
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Muchas grandes historias comienzan desde algo pequeño, y ésta no es la excepción: el conservacionista Laury Cullen hijo. —quien se hizo acreedor a un Premio Rolex a la Iniciativa en 2004— se mudó a Pontal do Paranapanema, São Paulo, con la intención de estudiar de cerca al tití león negro (Leontopithecus chrysopygus), una especie nativa del bosque pluvial que se encontraba en peligro de extinción. Pero lo que encontró ahí fue, por un lado, la razón de esta amenaza: un ecosistema devastado. Por otro, un objetivo claro: tenía que recuperarlo.
Históricamente, se trata de una de las regiones más biodiversas de la Tierra, pues conecta la región de El Cerrado, característica por su aridez, y la Mata Atlántica, cubierta por bosque pluvial. En esa coyuntura, Pontal se convierte en un ecosistema único en el mundo, un imán no sólo para el tití, sino para otros mamíferos, como el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), el jaguar, el ocelote y el tapir, además de una variedad de murciélagos y aves, cuya vida se desarrolla en la densidad del bosque caducifolio. O, por lo menos, así debería ser.
Cuando Cullen llegó a la región, hace unas tres décadas, descubrió que no quedaban más que segmentos aislados de vegetación: 80% del bosque que alguna vez cubrió 1.2 millones de kilómetros cuadrados del territorio brasileño había desaparecido. Quedaban algunos parches verdes que por años habían ido replegándose producto de la tala y la feroz actividad agrícola, lo que dejaba a las especies animales sin ninguna esperanza de supervivencia.
Más que desalentarse, Cullen asumió la misión de dar nueva vida a las grandes extensiones de tierra degradada, un árbol a la vez. Mediante su organización Instituto de Pesquisas Ecológicas, diseñó un plan a largo plazo llamado Dream Map, cuyo objetivo es recuperar 60,000 hectáreas de bosque en 50 años y, con ello, preservar la vida salvaje que depende del ecosistema. El ingeniero forestal reconoció la importancia de involucrar a las poblaciones locales, compuesta por unas 6,000 familias que, como parte de un proyecto de reasentamiento, comparten el paisaje con las especies en peligro.
Los minifundistas de la región —agricultores a pequeña escala, quienes no son propietarios de tierra y viven en condiciones de pobreza— se volvieron el componente clave de la visión de Cullen. No sólo se convirtieron ellos mismos en defensores de su entorno, sino que han demostrado que es posible aplicar las técnicas agroforestales a la recuperación del ecosistema. Se estableció una docena de viveros, liderados en su mayoría por mujeres, en los que se cultivan unas 100 especies arbóreas endémicas, gracias a lo que hoy se han sembrado ya cuatro millones de árboles que cubren 2,000 hectáreas de corredores ecológicos. Este pulmón verde que vuelve a emerger con fuerza almacena 800,000 toneladas de carbono cada año, una labor invaluable para nuestro planeta en crisis.
Gracias al proyecto, además, se han generado nuevas fuentes de ingresos, como el cultivo de yuca, café y maíz o el ganado lechero, lo cual ha generado dos millones de dólares para la economía local. Al mantener la actividad agrícola como parte fundamental del Dream Map, en lugar de proscribirla como ocurre en otros grandes planes de conservación medioambiental, Cullen apunta a una posibilidad que parecería utópica y que, sin embargo, en Pontal funciona gracias a la relación de absoluta confianza entre los miembros de la comunidad: el sueño de que todos —especies animales, densos bosques y seres humanos— podamos vivir en armonía.