Pasear un rato por la Santa María la Ribera o la San Rafael e irte topando y especulando sobre edificios y pequeños accidentes urbanos requiere buen café en mano. En ese caso, pasar a Moka es un buen pretexto para conocer bien la zona. “De los otros (cafés) hay muchos, de este no hay ninguno”, afirma el dueño y así es: desde la entrada, un antiguo molino cobrizo anuncia su singularidad.

moka

Moka lleva ochenta y ocho años en operación. Su principal característica es que siempre ha estado ahí. A unos pasos de Ribera de San Cosme en el número 6 de la calle Santa María la Ribera, este negocio familiar lo fundó Avelino Ovidio Rodríguez Fonseca, en 1930. Todo comenzó dentro del mercado aledaño, en un pequeño local. En 1937 Moka se mudó a una casa porfiriana que el señor Rodríguez eventualmente adquirió. En 1956 derribó la casa y construyó el edificio en el que ahora se encuentra Moka. Actualmente, lo maneja el señor Ovidio Rodríguez Guzmán, un viejo conocido del barrio. Su hijo David Enrique lo acompaña en las operaciones del expendio.

El café siempre ha venido del mismo lugar: Coatepec, Veracruz, y lo produce un familiar de los Rodríguez. Cuando uno pide un café en Moka aprende la diferencia entre un grano caracolillo y grano planchuela y las variedades de tostado: oscuro, mediano o cubano. (A la antigüita). También venden café en grano con azúcar para café de olla. El descafeinado es de tueste oscuro para que tenga más fuerza. Dice el señor Rodríguez que los jóvenes toman mucho espresso. También ofrecen servicio a tu automóvil, sólo hay que llamar con veinte minutos de anticipación y ellos te preparan el molido de tu preferencia. Das las referencias de tu coche y lo recibes eficientemente en doble fila.

Don Ovidio no es presa de las modas, nunca ha modificado la apariencia del lugar: mismos muebles, mismos cuadros en las paredes; los contenedores son sólidos, de madera gruesa, en donde almacenan los granos de café. Las paredes son de azulejo rectangular amarillo pálido (del que ya no se consigue); los letreros rotulados con frases como “Exquisito” o “Alta Calidad” que nos remontan a una época en la que la gente hablaba más rebuscado.

Otros tiempos, mismo público: los clientes de Moka son entusiastas de la plática originada bajo los efectos de la cafeína, connoiseurs cafeteros, uno que otro transeúnte despistado, además de todos los establecimientos a los que les surten café.

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