Viajar abre la mente, te permite empaparte de costumbres y tradiciones que sería difícil conocer en tu país o ciudad. Descubrirlo por medio de su comida es, por decir lo menos, un deleite.

Sin embargo, tras más de una semana de fascinación con la cocina local del destino elegido te das cuenta de que algo hace falta. No sabes si es una tortilla recién salida del comal, una salsa verde picosita o un poco de limón, pero algo demanda tu paladar. Quieres regresar por un buen taco o un vaso de fruta picada con limón, sal y abundante chile piquín.

mal jamaicón

Es en ese momento cuando descubres que el “mal del Jamaicón” hizo de las suyas.

¿Qué diablos es el “mal del Jamaicón”?
Para desentrañar el origen de este mal que suele afectar de manera especial a los mexicanos, debemos remontarnos a mediados del siglo XX. A principio de los años 50, el Club Guadalajara de futbol reclutó a un bordador y cargador de telas llamado José Villegas Tavares, también conocido como el “Jamaicón”.

Villegas tenía madera de campeón. Junto con las Chivas ganó ocho torneos de liga, jugó bajo los colores nacionales en más de 25 partidos y defendió la cancha en dos Copas del Mundo pero a la postre se haría famoso por la maldición que lleva su nombre.

mal jamaicón

Cuenta la historia, o leyenda a estas alturas, que en la víspera de un partido de preparación en Portugal se ofreció en Lisboa una cena de gala al seleccionado mexicano. La charla y el vino corrían en las mesas y todos disfrutaban excepto el defensa mexicano, quien desapareció del convite sin avisar.

Preocupado, el entrenador de la selección nacional, Ignacio Trelles buscó por todos lados hasta que encontró al “Jamaicón”, le preguntó si ya había cenado y este le respondió:

¿Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos? Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes o un rico pozole y no esas porquerías que ni de México son.

Esa noche comenzó la decadencia de su carrera futbolística y nació el mal del “Jamaicón”, ese tremendo golpe de tristeza ante la ausencia de nuestra comida favorita y los sabores de nuestro país. Y si has salido del país seguramente lo has experimentado, por eso tenemos algunas recomendaciones para que te lo cures al momento de tu regreso a México.

1. Las taquerías favoritas

Existen dos cosas de las cuales los capitalinos nunca dejan de discutir: la mejor ruta para llegar a X lugar –evitando el tránsito– y el puesto o local donde despachan los mejores tacos. Por eso, y porque no hay necesidad de caer en discusiones bizantinas, lo mejor que puedes hacer es visitar tu taquería favorita; sin embargo, si te faltan opciones, nunca están de más estos lugares que te dejarán en el paladar el sello de “Hecho en México”.

El vilsito en la colonia Narvarte es el lugar perfecto para probar uno de los mejores tacos al pastor de la capital; el clásico Borrego Viudo sobre avenida Revolución y Viaducto con sus potentes salsas –no importa que tu vuelo llegue de madrugada–, o bien El huequito, la leyenda del pastor que ahora cuenta con locales en varios puntos de la Ciudad de México.

mal jamaicón

© Aníbal Barco

2. El Bajío

¿Que es una cadena? Sí. ¿Que parece Vips? También. Sin embargo piensa en esto: mole de olla con espinazo de cerdo, caldo Xóchitl –si prefieres algo más ligero–, agua de fruta como sólo aquí se prepara y lo mejor: unos muy decentes tacos de carnitas que puedes ordenar hasta la hora del cierre. Todo esto hace que este lugar sea un favorito.

El menú lleno de delicias mexicanas y el renombre de Carmen “Titita” Ramírez, dueña y cocinera detrás de El Bajío, garantizan una experiencia redonda para el mexicano que regresó a su tierra. Y eso sin contar el buen servicio –tan raro como un unicornio estos días– o las distintas sucursales.

mal jamaicón

© Daniel Klinckwort & Ana Laframboise para Capital Gastronómica

3. El Rincón Tarasco

Las carnitas de este lugar en la colonia Escandón son dignas de poemas épicos. La suavidad de la carne y el sabor que envuelve la boca al primer bocado son las razones por las que este local goza de gran fama entre los aficionados a las carnitas de cerdo estilo Michoacán.

Lo ideal es llegar y pedir un taco de barriga –esa combinación de carne y manteca celestial que se derrite en la boca– o los de nana y buche. La costilla, más cara pero con el concentrado de jugos que solo la carne pegada al hueso tiene, y la maciza –para los villamelones– son también una muy buena opción.

Una orden de dos tacos con salsa –y Boing de mango para acompañar– te harán sentir como si nunca hubieras extrañado México.

mal jamaicón

4. La Oaxaqueña (pancita)

Pocos platillos son tan efectivos para quitar la cruda y calentar el corazón como un buen plato de pancita. Ningún lugar mejor que La Oaxaqueña –en la colonia Portales– para entrarle a un noble caldo de estómago de res y acompañarlo con cebolla, orégano y venas de chile seco –por si extrañabas la pungencia en la boca–.

Si lo tuyo no son las tripas de vaca, este lugar también ofrece quesadillas, flautas de pollo y sus también famosas enmoladas que, dicen, levantan el ánimo a cualquiera.

mal jamaicón

5. Pozolería Teoixtla

Verde como la esmeralda y terso como el terciopelo, el pozole de esta joya escondida en la colonia Roma es de esos platillos que apapachan. Por sí mismo, el lugar desentona con la oferta restaurantera de la zona: el servicio es malo y el local no es precisamente el más bonito, pero sí tiene el mejor pozole verde que hayas probado jamás –y a un precio bastante bajo–. Por sí mismo, un buen plato de este guiso vale la pena de cada olvido del mesero o esperar durante varios minutos, pues el local en la calle de Zacatecas casi siempre está abarrotado.

mal jamaicón

Sí, así sabe México, señoras y señores.

* En entrevistas posteriores, tras la rotunda derrota de México ante Inglaterra en 1961, durante un partido amistoso, el “Jamaicón” aseguró que su mal desempeño en la cancha se debió a que extrañaba a su madre y la birria de su tierra.

.