Chiapas es un Estado encantador. De sus paisajes y costumbres todos hablamos: como que  San Cristobal es frío y suena a marimba, que en San Juan Chamula los chamanes curan con pox y coca-cola, que el calor en Palenque es viscoso o que de lo más hondo se la Selva Lacandona se escucha el eco de animales sedientos. En fin, parece que estas imágenes viven en la cabeza de cualquier mexicano. Haya estado allí o no… Pero muy poco se habla de su gastronomía –como sí sucede con Oaxaca, por ejemplo– aún cuando tiene cosas muy especiales. A la Roma acaba de llegar Cooperativa Chiapaneca: un lugar chiquito, sobre la calle de Mérida, que vende productos frescos, recién llegados de allá.

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Pozol, pox, pinole, tazcalate, queso bola de Ocosingo, quesos de las regiones de Cintalapa, turulete, pan de caballito, tamales, hojuelas de miel: Cooperativa Chiapaneca trabaja con productores locales –y por ello es cooperativa– para que en la Ciudad de México tengamos los productos chiapanecos más frescos y raros.

El pozol es una bebida prehispánica típica de Chiapas a base de maíz y cacao. Tamales hay de chipilín con pollo, chipilín con queso, de mole, frijol de tierra y picte de elote. El picte de elote es el equivalente al tamal dulce, el ch

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El café viene de los Altos de Chiapas y lo venden en grano o molido. El chocolate caliente es semiamargo y el pan viene fresco desde Berriozabal y San Cristobal: trencitas, bizcochos, cazueleja, hojaldre… El local también es una suerte de cafetería. Tienen un barra pequeña y cómoda, donde uno puede tomarse un café, comer un pan o probar cualquiera de los productos que ofrecen.

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A veces la marimba suena afuera del local, la misma que suena todos los fines de semana en las calles de la Roma. Como si Cooperativa chiapaneca siempre hubiera sido el lugar adonde tenía que llegar.

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