Comer solo puede ser tan anodino como uno quiera o tan cinematográfico como un cuadro de Hopper. El solo dining tiene un lugar especial en el imaginario colectivo, quizás porque es uno de nuestros esfuerzos chiquitos (y sí, tal vez cliché) por romantizar lo banal. El que come solo se da un espacio para observar, pensar, estar en el celular o beber con extraños, algunas veces.

Comer solo –aunque algunos artículos digan lo contrario– es bueno para el espíritu, y estos 5 lugares inspiran a hacerlo.

Gabi’s

Los que caminan lo encuentran fácil porque no está escondido. Al Gabi’s puede ir cualquiera al que le guste el buen café, los lugares sencillos y las sillas cómodas. Y por eso está en esta lista. Hay pocas cosas que suenen tan reconfortantes como tomar un café con leche y comer una torta de milanesa en solitario o ver por sus ventanales pasar a la gente apresurada. En Gabi’s no hay Wi-Fi y no hay pago con tarjeta, tampoco comensal al que le importe.

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Amelia

Amelia es un restaurante que está en la Casa de la Araucaria en Mixcoac, una casa construida por Antonio Rivas Mercado a principios del siglo XX. Sobra decir que la casa en sí es uno de los lugares más especiales de la zona, y además es delicioso. La carta es sencilla, con ensaladas, sándwiches, bebidas calientes y frescas y siempre postres exquisitos. El patio es, por lo demás hermoso, y está siempre abierto tanto para los capitalinos errantes o quienes celebran algo, desde bodas hasta presentaciones de libros.

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Paris 16

El Paris 16 está escondido en el lobby de Paseo de la Reforma 368, una de las dos torres espejo que Mario Pani construyó en 1957. Es un clásico de Reforma, famoso entre oficinistas de saco y corbata que sólo mejoran el escenografía hopperiana –engañosamente cotidiana, somnífera: esferas de luz blanca, persianas, mesas circulares muy pequeñas cubiertas con manteles largos. Las sillas son de herrería, los cuadros de paisajes. Solo o acompañado, recomendamos pedir el sándwich de roast beef que –sin miedo a exagerar– es uno de los más ricos del país, y la milanesa, de pollo o de ternera, que  hay que comer con su salsa verde cremosa y acida: la estrella del lugar.

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Mikado

Justo cruzando Paris 16, en la otra torre espejo de Pani, está el Mikado, un japonés exquisito. Un ventanal ahumado a nivel de calle es el escaparate del restaurante: hay una barra de tepanyaki al centro donde parejas o solitarios comen con palillos y beben cerveza nacional. Pero quizás lo mejor es el salón amarillo mostaza en el sótano, donde uno pierde, a media luz, la noción del día y la noche. Uno puede quedarse horas observando a gente que susurra en japonés o en español. Mikado es uno de nuestros lugares favoritos para ir en domingo.

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WANWAN Sakaba

Cruzando la puerta del WANWAN uno siente que entra en un callejón de Shinjuku. Llegar, pedir lugar para uno, sentarse en la barra y ordenar un sake doble que sirven rebalsado en un masu (cajita de madera) que denota abundancia. Mientras tanto la primera sección del menú es una larga lista de platillos diminutos que recompensan al desolado: kimchi, shishito peppers, edamames,  verduras, tempuras… y luego el curry, el rámen (que uno come siempre mirando al plato), los fideos…

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