Esta ciudad en expansión constante como el monstruo mitológico de mil cabezas que es, y que tiene la habilidad de regenerar dos por cada una que pierde, tiene también la virtud de conservar congeladas en el tiempo un par de esquinas, objetos, personajes, sensaciones. Hay cosas que se escapan a la vorágine del cambio incesante y que conservan con resistencia estoica la calma, personajes vueltos tan parte del paisaje citadino que se mimetizan. Esta serie de coches abandonados son elementos más de nuestras calles, ventanas congeladas a otro tiempo.
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