Los egipcios ya se depilaban con cera desde hace casi 5 mil años. A partir de los años 80, los estándares (como estereotipo) de belleza comenzaron a tomar este rumbo de nuevo. Estar bien depilado se convirtió casi en paradigma occidental y sus implicaciones un tema de qué hablar que ha cambiado con el tiempo. En el 2000 la escritora y artista Kate Haug escribió que el bikini wax no solo revela los detalles más íntimos y gustos de quien se depila, sino que dice mucho de una ciudad. En aquel entonces, los wax center en Nueva York o San Francisco iban bien con el movimiento urbano: estaban en cada esquina, siempre rosas y las dueñas mujeres asiáticas que vestían leggings y sandalias. Si todavía la premisa de Kate funciona, es relevante hacer notar que hace pocas semanas Wax Revolution abrió su sucursal número 13 en la ciudad. Y es excelente, como las demás.

Wax Revolution se ha ganado clientes alrededor de toda la ciudad porque su servicio es, sin más, el mejor de su tipo. Aquí todas las chicas que atienden son enfermeras y uno lo nota rapidísimo por su trato. Visten de negro y hacen su trabajo con formidable delicadeza, bajo la luz casi clínica de los salones, donde casi todo es blanco, excepto por algunas paredes-murales con garabatos de colores claros y las ceras rosas, verdes o blancas con brillos y viscosas, que dan ganas de tocar siempre –y hacen que uno no se sienta en un hospital–.

El trabajo que hacen es, además de específico, sumamente delicado. Su comunicación es clara y el servicio, impecable; desde que uno hace la cita por teléfono hasta que sale del local. Los 13 estudios son muy parecidos entre ellos, y esto es la garantía más notoria de que la experiencia siempre será la misma. Incluso la música la seleccionan con cuidado.

Ofrecen cuatro técnicas de depilado y ninguna duele de sobremanera. La primera es la depilación con resinas brillantes que parecen postres; la segunda es la depilación definitiva, que aquí llaman luz pulsada avanzada y hacen con una máquina extraña que pocos tienen en la ciudad; luego tienen la depilación con hilo, una técnica que viene de la India y que delinea –minuciosamente– el contorno de las cejas o el mentón; y finalmente la íntima, en la que se jactan de ser especialistas (y nosotros lo comprobamos): por años, en Wax Revolution se encargaron de mejorar las técnicas de brasileño, e inventaron sus propias maneras de hacerlo, con resinas suaves que nunca queman y no duelen. Pero que sobre todo, hacen que uno no tenga que estar metido allí más de 30 minutos, dependiendo del servicio. Los resultados son siempre naturales.

La oferta de belleza en la ciudad quizás sí es un espejo de esta ciudad voluble. Es vasta y espontánea. Entre otras cosas, tenemos la Plaza de la Belleza, un escenario para crónicas insólitas de belleza (que incluyen depilación al aire libre, comerciantes y garnachas). Recientemente llegó  a Las Lomas un SPA de vitaminas intravenosas, al estilo Las Vegas, que te libera de toxinas y te “deja nuevo” o, por supuesto, Wax Revolution, que ya tiene 13 rincones bien ganados por toda la ciudad.

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