Si el confinamiento es gris y estático, el color es el contrario inmediato: puro movimiento. En los últimos meses, a fuerza de convivencia, replanteamos nuestros espacios, closets y hasta lo que nos devolvía la mirada en el espejo, así surgieron los fenómenos del color en esta nueva realidad. Muros con nuevos disfraces coloridos, tintes fantasía en el cabello y mucho tie dye para darle una segunda vida a la ropa que sacábamos del clóset.
¿Por qué nos llenamos de color en tiempos difíciles? Los muros blancos son la evocación de calma pero los muros coloridos son el intento más radiante de mejorar el ánimo. Tal vez por eso nos acercamos a ellos cuando necesitamos pequeñas dosis de felicidad: un mechón de pelo rosa o una nueva pared color sol. Carlota es la dueña de Camomilla, una marca especializada en tejido de punto que surgió de un proyecto familiar. Para ella el color es importante en cada una de las piezas que fabrica, pero durante el confinamiento también decidió añadirlo a su espacio de trabajo. Eligió un “amarillo maracuyá” que ya desde el nombre era augurio puro para lo mejor. “Estamos convencidos de que el color en los espacios es fundamental para tener otro tipo de ánimo”. Uno más creativo, más divertido, más solar, más de fuerza y de confianza. El color para Camomilla es fundamental”, dice Carlota.
El nuevo poncho trapecio inspirado en animal print de Camomilla
Algunas piezas de la nueva colección
Camilo ya había hecho tie dye pero hacía mucho, cuando era niño, como una actividad con su papá un día que lo vio muy aburrido. Durante los meses que pasó en casa limpió el clóset, como uno de esos ritos de paso de la cuarentena que todos cumplimos en algún momento. Ahí se le ocurrió hacer algo con esas prendas y lo más sencillo era el reverse tie dye, una técnica sin pigmentos. En la tlapalería más cercana compró hilo, ligas, pinzas para colgar, dos litros de cloro, botes y atomizadores. Entre todo cree que no gastó más de cien pesos. “Hay algo muy similar a revelar fotos. Es un proceso que es con luz y químicos; era emocionante, después de que estaba la playera toda hecha bola con las ligas, echar el cloro, dejarla en el sol, ver como se decoloraba (que es como si se revelara), después abrirla y ver cómo había quedado la foto”.
Los patrones que se formen dependen de la manera de amarrar las prendas
El proceso requiere sol
Caro y Ceci son hermanas y pasaron juntas la cuarentena en su departamento de la Roma. Estaban pensando en algo que hacer los fines de semana y tenían la idea de hacer un salón de belleza en su casa sólo para divertirse. El novio de Ceci se pinta el pelo desde que tenía cinco años porque su mamá –y las escuelas a las que fue– lo dejaban; ellas, por el contrario, nunca se lo habían pintado. Caro que cree no lo hubieran hecho de no haber sido por el confinamiento, cuando parecía que nada importaba (demasiado). Se pintaron el pelo los tres mientras se tomaban una cerveza en la sala de la casa: rojo, morado y verde. Caro dice “al siguiente día estuve averiguando todo el día cómo le podía hacer para tapármelo porque pensaba que iba a tenerlo rojo hasta que se cayera completamente el decolorado. Pero no, se fue haciendo rosa y estuvo chido porque también fue una forma de ver cómo pasaba el tiempo hasta que quedó blanco otra vez”. Cuando lo pintó de nuevo eligió café; tal vez porque de cierto modo extraño se sentía como una forma de volver a la “normalidad”. Y es que pintar el pelo es la mejor manera de escapar de la realidad (o de crear una nueva).
El color nos acompañó a lo largo de estos meses del confinamiento. Mientras la ciudad mutaba en nuevas tendencias de color –espacios coloridos, tie dye y tintes fantasía– nosotros reunimos algunas fotos de esa nueva historia en colores.local.mx
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