Bajo el volcán
5 de julio 2017
Por: Patricia

Bajo el volcán en galería Marso: la sutil idiosincrasia del mexicano en la playa

Gastar aunque no hayas pagado tu tarjeta, pero disfrutar de la playa, el clima, una cerveza fría en una hielera de unicel. Lorena Herrera Rashid en Marso.

Ésta es una muestra que de manera muy sutil encarna la idiosincrasia del mexicano. Lorena Herrera Rashid es una artista que tiene un maravilloso taller en Amatitlán, Morelos. Su obra es una mezcla de lo que nos define como mexicanos: gastar aunque no hayas pagado tu tarjeta, pero disfrutar de la playa, del clima, de una cerveza fría en una hielera de unicel (¿Laberinto de la soledad?). Bajo el volcán es una exposición en la galería Marso ubicada en un casononón en la calle de Berlín en la Colonia Juárez.

Ahí te recibe una selva gozosa de papel kraft con esqueleto de alambre: palma chit, hoja elegante, platanares y la clásica flor azul en forma de campanita; pero también una silla vieja con unos shorts color salmón y unos calzones de una especie de encaje blanco, sólo faltan unos pies tocando la arena y alguien pidiéndole a un hijo que no se aleje demasiado. Muchas de las esculturas se construyen a partir de papel periódico, noticias y noticias que ahora conforman frutas agujeradas, vasos, árboles y ramas. Herrera Rashid tiene un interesante proceso en que el tiñe los periódicos con colorante mariposa y luego los agujerea generando un confeti: noticias efímeras, diversión, pan y circo.

Hay otra pieza que combina un pedazo de madera con un alambre de púas y unas buganvilias hechas con periódico, del centro cuelga la parte de arriba de un bikini acebrado y el basamento es de unicel con un par de platos y vasos, es como una fragmentación de una escena mexicana contemporánea, quizá hasta de amor.

Otras piezas sugerentes son las esculturas de concreto, torres compuestas de botellas de agua y coca cola, latas de sardinas, charolillas de unicel del súper acompañadas de piedras de río, basura pacífica y tranquilizante, pero de alguna forma consciente, atenta. Detrás hay un busto de poliestireno, un malvado dictador, irreconocible, narigón, tuerto, sádico, repleto de confeti creado por la artista. Celebra y de alguna manera exige veneración.

Casi al final de la exposición hay una bonita escultura con lo que queda de un  paraguas chino, serpentinas y pajaritos: la vida no es tan malvada, todavía hay alegrías, coquetería y festejo.

En los últimos cuartos hay otras piezas clave: una cruz blanca que hace de clóset con ganchos de aluminio y a la vez de basurero, una mezcla entre ingenio clásico mexicano y el catolicismo arraigado e impuesto, la basura está hecha de preciosa porcelana blanca, parece que un grupo de 10 godínez comieron pastel en platitos de cartón, dejaron merengue y sacaron vasitos tequileros porque el jefe les dio chance en un esperadísimo Casual Friday.

La otra pieza es una escultura enorme, el sostén metálico de lo que sería un grandísimo globo terráqueo del que cuelga la capa roja de Superman como si se hubiera atorado ahí. En realidad la capa le pertenece a un Superman de Hollywood, está sucia y tiene una quemadura de cigarro, la pieza se llama “Apocalipsis now”.

Del otro lado se encuentra Rosa Salvaje, un viejo paraguas de seda rosa sostenido por unas ramitas perfectas, Rosa Salvaje era una telenovela de Televisa protagonizada por Verónica Castro que, obvio, se enamoraba de un rico. Bajo el volcán (con obvia referencia a la novela de Lowry) es muchas cosas, pero sobretodo una experiencia envolvente de esculturas hechas con rigor, que se puede visitar en la galería Marso hasta el 2 de agosto.

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