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Como artista, Francesca nació a la edad de 22. Era el año 1981, y la fotógrafa, aún desconocida, saltó de una ventana en el Lower East Side en Manhattan.
Para ese momento, Francesca Woodman había tomado más de 800 fotografías, todas las cuales contienen un elemento que guiña hacia ese final trágico en Nueva York. O quizás su suicidio dotó de fatalismo y sublimó cada una de sus fotos. Lo cierto es que sus escenarios góticos, románticos y malditos, y su obsesión por su propia imagen desdibujada, siempre presente y ausente, han sido motivo de fascinación. No queda duda que su suicidio fue un acto estético en sí.
El dramaturgo Octavio Michel Grau es uno de esos que ha encontrado un mundo encantador en la estética de Woodman, en sus escenarios, en sus palabras, en su suicidio… Su obra de teatro Sedimentos, que se presentará en Casa del Lago, toma como eje temático dos líneas que Francesca escribió en una carta un año antes de saltar por la ventana.
“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”.
Sedimentos narra la historia de cuatro suicidas que deambulan en un espacio onírico, caótico y absurdo. Están allí para develar qué fue lo que los motivó a tomar esa decisión, que no siempre es –de hecho casi nunca es– como los demás lo perciben. Así, la obra también muestra la visión de los que se quedan y de los testigos para proponer que “la respuesta radica solamente en quien alberga dicha idea”.
Es extraño cómo un suicidio llega a sublimar el pasado de una persona y a dar un sentido a esas voces que quedan suspendidas en “todas estas cosas delicadas” de las que habla Woodman.
Francesca es su propia musa fantasma. Cada una de sus fotografías es el registro de su cuerpo en sombra y espejos, en pedazos que son todos un testimonio de que existió.
Si no conoces la obra de Francesca Woodman, detente un momento y mira:
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