los 14
19 de agosto 2018
Por: Carolina Peralta

Entre manicomnio y escuela de arte: Los 14 en la San Rafael

En esta casona en la calle Gabino Barreda trabajan artistas de todas las disciplinas, y el espacio está a disposición de todos los que quieran colaborar.

Frente al Mercado de San Cosme, en la casona roja de Gabino Barreda 18, antes había: una tlapalería, un par departamentos y una fonda. Mucho antes, se dice que ahí mismo fue el lugar de reunión de surrealistas exiliados en México. Al centro de la casa: un patio central, que hoy es espacio para los eventos artísticos más variados de la Ciudad de México.

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En el edificio de Gabino Barreda 18 todo eso ya no está, pero quedan sus fantasmas. Ahora, este edificio rojo es casa de artistas que quieren deshacerse de jerarquías innecesarias en el quehacer artístico. Hacer las cosas a su manera, al menos ahí dentro, al menos hasta cuando y donde se pueda. La fachada aún tiene rotulado el nombre de la ferretería y de la fonda que la ocupaban: Fonda los 14, de donde el colectivo tomó su nombre.

El proyecto lo empezaron 5 o 6 y se ha ido ampliando. Ahora son definitivamente menos de 14. De hecho no llevan la cuenta como tal. Por la casa rondan artistas de todas las disciplinas: arquitectos, fotógrafos, pintores, ingenieros de audio y un largo etcétera, pasan sus días allí trabajando e intercambiando ideas. La casa tiene un patio central con bancas y flores. Es el espacio que más usan; allí se juntan y reciben gente.

En la arquitectura, el patio central cumple una función muy bonita –que ya no se ve mucho: la de descentralizar. Este núcleo abierto hace que cada espacio tenga la misma importancia que el siguiente. Entonces, se parece a las ideas de los 14: un colectivo de arte será horizontal o no será, será otra cosa. Los integrantes procuran no anteponer sus intereses a los de todos, mientras cada uno se dedica a hacer lo suyo. Pertenecen a la especie de los clavados, esa que ya está en peligro de extinción y que da una cierta paz encontrar de vez en cuando.

Dicen ellos sobre ellos mismos:

Nos conocimos y decidimos crear un espacio en común. Luego vino el temblor y como las ratas debimos buscar un nido. Creemos en la posibilidad de un arte nuevo y palpitante. Nos parecemos más a un manicomio coordinado que a una escuela de arte…

Al patio central lo rodean una cocina, un “bar” y 4 habitaciones que son talleres de artistas: de uno que trabaja con madera y luz, dos pintores y dos fotógrafos. Luego hay un laboratorio fotográfico, un estudio de audio y un galerón que es espacio de exposición. Subiendo las escaleras hay un huerto urbano y un taller de serigrafía que también están abiertos para quien quiera colaborar. Debajo de estos salones está El entresuelo, un espacio de artes escénicas.

La cocina es un laboratorio de pensamiento estomacal, dice Darinko, el artista que se encarga de la cocina porque le interesa el cruce de estos dos quehaceres. “El siguiente mes vamos a abrir una galería en un refrigerador”, dice, y cuando hay eventos y presupuesto cocina para los eventos.

Los 14 organizan muchas cosas. Así como hay talleres de gráfica, carpintería o escultura sonora, hay clases de eskrima, o de puredata, danza o seed bombing (agricultura de guerrilla urbana). A futuro quisieran abrir una galería permanente. Es decir, un espacio donde las exposiciones puedan durar más tiempo. La ultima que organizaron duró solamente 24 horas y montarla implicó dos meses de muchísimo trabajo, un viaje a Nueva York, maletas llenas de obra (que se trajeron ellos mismos, sin intermediarios) y el montaje que les costó días de desvelos, pues a diferencia de como funcionan otras galerías, acá la armaron desde cero.

©Cristina Medellín

Esta semana inauguran Nunca fuimos nada: la primera bienal de arte rechazado. Se trata de proyectos que fueron rechazados por instituciones como el FONCA o museos –o galerías que son casi museos. Pero hubo tal cantidad de solicitudes, que lo que tuvieron que hacer (para no replicar el mismo modelo del arte institucional) fue hacer un catálogo donde se publicará toda la obra. Todavía no saben si habrá un ganador –aunque por su naturaleza de bienal debería haber uno–. Su interés es desmantelar la bienal en si misma.

Quien llega a la casa roja de Gabino Barreda busca replantear cosas de las que poco se habla: “¿por qué tiene que existir un lugar dedicado a exhibir arte? ¿por qué un lugar acotado a exhibir películas? ¿y quien las selecciona?. Se preguntan, con una ingenuidad necesaria: hace 20 o 30 años ¿quiénes eran los encargados de decidir qué es lo que consumía el público? Los dibujos animados de nuestra infancia, por ejemplo”.

Es verdad que tenemos la estética para arreglar el caos cotidiano. Los 14 es una espacio que propicia dinámicas distintas: espacios de fuga indispensables en esta noción –quizás impostada– de señalar lo que es bueno, lo que es malo.

* Si te interesa colaborar o visitarlos no dudes en mandarles un mensaje por Facebook.

Fotos: Ángela Suárez (@suarezangela)

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