Entre la agitación y el bullicio del primer cuadro del Centro Histórico de la CDMX se ubica la cantina Salón España, una de las más antiguas de la zona, famosa por su amplísima carta de tequilas, además de ser uno de los pocos lugares en los que aún se ofrece botana en abundancia a cambio de comprar unos cuantos tragos.
La historia de la emblemática cantina Salón España se remonta propiamente dicho a 1925. Fue fundada por refugiados españoles, quienes llegaron a México huyendo de los conflictos de la Guerra Civil –de ahí el nombre que le sobrevive hasta nuestros días. La construcción colonial que le acoge data de 1752, y forma parte del patrimonio arquitectónico del Centro Histórico.
En los tiempos de la Nueva España, el predio perteneció al Convento de la Enseñanza Antigua, que reposaba entre las viejas calles de Cordobanes (hoy Donceles); del Reloj (hoy República de Argentina) y Encarnación (hoy Luis González Obregón). Además de su función eclesiástica, el Convento actuó como una de las primeras escuelas femeninas de la capital, gozando de un enorme prestigio educativo. Su templo está dedicado a la Virgen del Pilar, y actualmente se erige como una de las iglesias barrocas mejor preservadas en toda la ciudad.
No obstante, una vez que entraron en vigor las reformas que consolidaron la educación laica, el convento se expropió y llegó a ser prisión, Palacio de Justicia, y hoy día oficinas de la S.E.P. y sede del Colegio Nacional. La porción que correspondía al antiguo instituto femenil es justamente la que ocupa el Salón España.
Ciertamente, poner un pie en la cantina Salón España es sumergirse en una cápsula del tiempo. Aquí, el ruido de la rockola se sustituye por el del choque de vasos, la tirada de dados y el desliz de los naipes; solemnidad que únicamente puede ser interrumpida por los músicos itinerantes (tríos, duplas o solistas), que por una moneda interpretarán “Perfume de Gardenias” o “Noche No Te Vayas”. De toques amaderados y paredes color verde pistache, el sitio guarda una profunda reminiscencia cultural de sus fundadores. Ello es particularmente tangible en el Salón Bardo de la Taurina, nombrado así en honor al cronista y benefactor mexicano del lugar. Fue él quien donó todas las fotografías que cuelgan de los muros de esta estancia, y que ofrecen un repaso iconográfico de la explosiva fiesta brava. Una exuberante cabeza de toro; un trío de banderillas custodiadas bajo un cristal; una foto de María Félix admirando un capote. Todo aporta a la conspiración del arte de la tauromaquia, grabada a fuego en las memorias la cantina Salón España.
Aunque sus raíces europeas son innegables (incluso hay una sección de latería, que ofrece sardinas, aceitunas y abulones); desde hace casi 50 años la familia Asencio está al frente del negocio, y fueron ellos quienes introdujeron al orgullo de Arandas, Jalisco al menú: el tequila. Y no sólo lo introdujeron, si no que lo convirtieron en la estrella absoluta de la barra. Presumen más de 190 etiquetas en existencia, lo que convierte al Restaurante- Salón España en una auténtica catedral del elixir de agave. Naturalmente los hay para todos los gustos, siendo el Cuervo Tradicional el más solicitado. Recomendamos ampliamente el Orendain Blanco, acompañado por su típica sangrita.
En cuanto a la comida, la carta se ciñe a los estándares de una exquisita cantina tradicional. Están las clásicas tortas (de cochinita, sardina, milanesa, atún y pierna), carnes frías, tacos dorados y quesadillas, además de un menú botanero que cambia todos los días. Puede que te consientan con pozole, birria, chamorro o chicharrón. La recomendación es dejarse sorprender y, en este último caso, si consumes dos tragos o tres cervezas (por persona), los alimentos corren por cuenta de la casa.
A punto de cumplir un centenario de existencia, el Salón España es una parada obligada no sólo para quienes buscan disfrutar de una buena bebida y una charla amena, si no para empaparse de una fracción de la rica historia capitalina. Antes frecuentado por los estudiantes y catedráticos del Antiguo Barrio Universitario, y después por personalidades como Tongolele o Sergio Corona; la cantina Salón España goza de un lenguaje propio, expresado en fotografías, memorabilia, copas y dominó.
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