Es indiscutible la relevancia del movimiento muralista en la historia de nuestro país; este respondía a un momento histórico preciso y a los ideales de esa época y aunque hoy se analiza su relevancia y fallas desde distintas posturas, no podemos sino reconocer su influencia. La popularidad del arte mexicano en los años 20 y 30 se extendió a nivel internacional y varios artistas de la época vinieron a México para conocer y aprender las técnicas del muralismo. Uno de estos artistas fue Isamu Noguchi, quien además tuvo la oportunidad de crear un mural en el Mercado Abelardo Rodríguez de la Ciudad de México.
Isamu Noguchi (1904-1988) es un escultor estadounidense-japonés, reconocido por sus esculturas abstractas, sus jardines, espacios públicos y mobiliario público, sin embargo, durante los años treinta apenas comenzaba su carrera artística, y todavía no afianzaba su fama internacional. Durante esta época, varios muralistas mexicanos fueran a Estados Unidos, cuando José Clemente Orozco pintó en el Dartmouth College, Noguchi pudo conocer su trabajo y ser su ayudante; además en 1931 le hizo un busto. De manera que, Isamu Noguchi estaba al tanto del movimiento muralista mexicano y de los temas políticos que se representaban.
En 1933, en el entonces Distrito Federal comenzaron los trabajos para la construcción de un mercado diseñado por el arquitecto Antonio Muñoz en lo que eran las ruinas del claustro del convento de San Pedro y San Pablo. En primer lugar se llamaría mercado del Carmen, pero luego cambió su nombre a Abelardo L. Rodríguez, quien era presidente en ese momento. Este mercado formaba parte de las obras públicas que buscaban materializar la modernidad en México después de la revolución. Así, con el objetivo de controlar el comercio ambulante y facilitar la captación de impuestos a la Oficina de Mercados del Departamento Central se planeó la construcción de este recinto que albergaría varios pabellones para los puestos; el Centro Cívico Álvaro Obregón, que tuvo un teatro designado para actividades culturales y sociales; una escuela y guardería, y las oficinas de la Dirección General de Acción Cívica y de la Dirección General de Educación Física.
El mercado fue inaugurado en el 24 de noviembre de 1934, aunque ya desde un año antes se había contemplado la realización de varios murales con temáticas como la agricultura, la industria, el transporte y el arte popular, estos no se realizaron hasta principios de 1934. Los encargados de elegir a los artistas y los motivos de cada mural fueron Antonio Mediz Bolio y Diego Rivera. De tal manera que finalmente se eligieron a Pablo O’Higgins con La lucha de los obreros; Antonio Pujol, Los alimentos y problemas del obrero; Miguel Tzab Trejo, Historia de los mayas y los aztecas; Ángel Bracho, La influencia de las víctimas; Grace Greenwood, La minería; Marion Greenwood, Los alimentos y su distribución por el canal de la Viga y La industrialización del campo; Raúl Gamboa, Los mercados y, finalmente, Isamu Noguchi con La Historia de México.
En este alto relieve, el escultor retoma los temas comunes de la época, por lo que podemos ver una hoz y el martillo, como símbolos del socialismo; la suástica, del nazismo y la cruz, la de la iglesia. En el relieve mural los trabajadores son aplastados por la suástica y la cruz. También están presentes fusiles, unos tractores, un armazón de hierro, algunos frascos y un puño; todos estos elementos simbolizan de alguna forma el desarrollo de México en diferentes áreas.
La obra mide de 21.94 metros de largo por 1.98 metros de alto y está esculpida directamente en la pared de ladrillo y tiene una cubierta de cemento coloreado, el cual fue donado por la compañía Tolteca, todos los elementos están coloreados en rojo y negro, hecho que sobresale en la obra del escultor. Noguchi tardó 8 meses en concluir este mural y recibió el mismo pago que los demás artistas nacionales o extranjeros, es decir, 88 dólares.
Cabe recordar que durante estos años la función de los artistas estaba estrechamente ligada a la labor social y a las problemáticas sociales que enfrentaban obreros, mineros y campesinos, porque, algunos investigadores aseguran que esto significó un gran cambio en la perspectiva del artista con el arte y su obra, lo cual lo llevó, años más tarde, en la intervención y apropiación del espacio público. La experiencia de venir a México marcó profundamente a Noguchi e incluso en su autobiografía escribió al respecto: “¡México es un paraíso! Está libre de prejuicios hacia los artistas extranjeros, porque los artistas son apreciados como trabajadores indispensables para la comunidad. Por lo tanto nunca he tenido un sentido de enajenación”.