Antes de la llegada de los españoles, los mexicas conocían a la nochebuena (Euphorbia pulcherrima) como cuetlaxóchitl que significa “flor que se marchita” o “flor de cuero”. La planta no faltaba en los jardines de Tenochtitlan durante el invierno y para ellos, era símbolo de pureza y nueva vida. La utilizaban en los altares dedicados a los guerreros muertos en batalla quienes, según la tradición, regresaban del más allá para beber el néctar de la flor.
Los mexicas también utilizaron la cuetlaxóchitl como planta medicinal. Con ella trataban a las mujeres lactantes que no producían suficiente leche. En su Historia general de las cosas de Nueva España, Fray Bernardino de Sahagún describe así estas propiedades: “las hojas aumentan la leche a las nodrizas, aun a las ancianas, sea que las coman crudas o cocidas, o que laman el látex que mana de ellas”. También era auxiliar en el tratamiento de enfermedades respiratorias y era usado como un potente desinflamatorio.
Durante la colonia, cuando los monjes franciscanos llegó a Taxco, Guerrero, observaron que la planta florecía al acercarse la navidad. Por eso la eligieron como símbolo de estas fechas y fueron ellos mismos quienes le cambiaron el nombre a “nochebuena” o “estrella de navidad”.
Comercialización de la nochebuena
En 1822, el botánico Joel Roberts Poinsett, primer embajador de Estados Unidos en México, visitó Taxco donde encontró una barranca repleta de nochebuenas. La flor le fascinó tanto que se llevó varios ejemplares a Estados Unidos donde la registró como un descubrimiento propio. De hecho, la planta fue rebautizada en su honor como Poinsettia. Él mismo se dedicó a producir y comercializar esta planta, e incluso arregló todo para que el 12 de diciembre fuera su fiesta oficial.
Gracias al registro de Poinsett descubrieron que la parte roja de las nochebuenas son en realidad sus hojas que crecen más juntas en la parte alta para proteger a las verdaderas flores, esas pequeñas esferas amarillas que crecen en la punta. Sólo se le olvidó un pequeño detalle: nunca señaló que la planta era mexicana y por ello creyeron que era nativa de Estados Unidos.
Para 1937, una familia estadounidense de apellido Ecke se convirtió en la mayor productora nochebuena en el mundo. Tras desarrollar casi 100 variedades de la planta, decidieron patentarla para que ellos fueran los únicos que pudieran cultivarla. Así, en caso de haber más productores —incluso mexicanos—, estos tendrían que pagarles regalías.
Desde entonces el campo mexicano sostiene una lucha constante para derogar esa patente, pues consideran que es una injusticia pagarle a un extranjero por sembrar una planta que es nativa de México. Por ello, la Secretaría de Cultura emitió un comunicado en el que señaló la omisión de Poinsett y decretó el 9 de diciembre como el Día Nacional de la Nochebuena.
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