Cuando Francisco Cervantes de Salazar llegó a México en 1551, escribió sobre Moctezuma Xocoyotzin y sus jardines en la Crónica de la Conquista de Nueva España:
“Eran los jardines de solas hierbas, medicinales y olorosas, de flores, de rosas, de árboles de olor que eran muchos. Mandaba a sus médicos hiciesen experiencias de aquellas hierbas y curasen a los caballeros de su corte, con las que estuviesen más conocidos y experimentados. Daban los jardines gran contento a los que entraban en ellos, por la variedad de flores y rosas que tenían y por la fragancia y buen olor que de sí echaban, especialmente por la mañana y a la tarde”.
Quinientos años han pasado desde aquella crónica, y lo cierto es que la ciudad aún conserva algo de ese grandilocuente sincretismo hombre-naturaleza. Antes de que la Gran Tenochtitlán cayera, los aztecas honraban la fauna y flora que les rodeaba no sólo por su infinito valor cosmogónico, sino por su belleza y utilidad. Moctezuma Xocoyotzin fue uno de los primeros visionarios botánicos y bajo su reinado florecieron jardines y huertos; mientras que su gente se hizo erudita en cuanto a las propiedades medicinales y toxicológicas de diversas plantas. Procuró también otros espacios como el parque del Peñón de los Baños, el jardín de Huaxtepec y el bosque de Ahuehuetes de Chapultepec; reservas cuyo esplendor quedó grabado a fuego en las memorias de la época.
Desafortunadamente, el periodo novohispano arrasó con la mayoría de los edenes mexicas; sin embargo, uno todavía resiste y es considerado pilar fundamental de la Ciudad de México moderna: El Bosque de Chapultepec. En su primera sección reside el Jardín Botánico, lugar que guarece aquellos mitológicos “viejos del agua” que Xocoyotzin tanto procuró. Algunos de estos ahuehuetes tienen más de 300 años de edad y, penosamente, tendrán que experimentar- una vez más- la extinción de su entorno, pues el jardín está a punto de morir.
Inaugurado en 2006, a tan solo unos pasos del Museo de Arte Contemporáneo y justo enfrente del Museo Tamayo se encuentra el Jardín Botánico de Chapultepec; un área protegida de 5 hectáreas de extensión que alberga 300 especies de plantas, tanto endémicas como introducidas, además de un invernadero de 500 metros cuadrados. Este espacio se concibió con la intención de difundir la gran riqueza botánica, climatológica y agrícola del país, pero, quizás un poco sin querer; terminó convirtiéndose en un auténtico santuario a la contemplación, que sustituye los grises del asfalto capitalino por el verde de sus huertos y matorrales.
Se exhiben más de 30 familias vegetales, incluyendo plantas domésticas (de ornato, medicinales y alimentarias), de humedal, pastizales, agaves y suculentas; además de cactos (uno mide más de 10 metros), plantas de zonas áridas y con flor. El invernadero –una de las estructuras más antiguas del lugar– cuenta con vitrales de domo de cañón y cúpulas esféricas, además de mosaicos dispuestos al estilo art decó de los cuarenta. Este sitio es especialmente húmedo ya que es el hogar de una importante colección de orquídeas, la mítica flor erótica de los griegos.
En 2016, y luego en 2018, la asociación Plantando con Causa se encargó de rehabilitar el Jardín Botánico de Chapultepec; sin embargo, de esas abejas que anunciaban la sección de polinizadores y del estanque que recibía a los visitantes poco queda, pues se sabe que la actual administración capitalina busca sustituir este espacio por un pabellón artístico, que forma parte del proyecto Chapultepec: Naturaleza y Cultura.
Recientemente, la Secretaría de Cultura anunció que el arquitecto italiano Renzo Piano, artífice del Centro Pompidou en Francia y la Maison Hermés en Tokio; será el encargado conceptual del nuevo Pabellón Contemporáneo Mexicano. No se nombra como un museo, pero lo es: contará con salas de exhibición temporales, dedicadas a diversas disciplinas como arquitectura, diseño, fotografía y artes plásticas. Se ofrece como una “construcción ligera” que no afectará las áreas verdes del lugar, pero que sí acabará con la estructura del orquideario. La idea es que el Jardín Botánico y todos sus ecosistemas se muden a la segunda sección del Bosque, aunque horticultores y biólogos aseguran que muchas especies no resistirán siquiera el viaje.
Los ahuehuetes pueden llegar a vivir hasta 500 años, y cuentan su historia y la de todos a través de las arrugas en su tronco. Guardianes inmóviles del cerro del chapulín, han atestiguado impotentes la destrucción de su hogar ancestral. Ese paraíso botánico con el que alguna vez soñó Moctezuma, y que hoy se encuentra al borde de la extinción. El Jardín Botánico de Chapultepec abre de martes a domingo, en un horario de 9:00 am a 3:00 pm, y el orquideario cierra incluso más temprano, antes del mediodía. La entrada es completamente gratuita.